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HISTOPATOLOGÍA DEL HÍGADO TRASPLANTADOC. Ibarrola, V.M. Castellano, F. ColinaDepartamento de Anatomía Patológica y Unidad de Trasplante Hepático del Hospital 12 de Octubre. Madrid. España |
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INTRODUCCIÓN El papel del patólogo en el trasplante hepático (TH) incluye su implicación
en la elaboración de protocolos, en la selección de los pacientes, en
el diagnóstico de disfunción hepática y en un control de calidad. Un protocolo
válido para el estudio estandarizado
del paciente trasplantado incluiría la realización de biopsias en los
siguientes momentos: 1) hígado nativo, 2) del injerto tras su reperfusión
(biopsia de tiempo cero), 3) en la 2ª semana postrasplante (pos-TH) y
cada año pos-TH (5;21). El patólogo debe tener contacto con el cirujano, microbiólogo y gastroenterólogo,
debe conocer la clínica, tratamiento y diagnósticos de los especímenes
previos del paciente y debe hacer una valoración evolutiva del caso comparando
una biopsia con las biopsias previas. El diagnóstico del patólogo puede
hacer variar el tratamiento y se requiere que esté listo generalmente
en 24 horas. La modificación de la inmunosupresión puede modificar el
cuadro histológico rápidamente y encontrarnos, no infrecuentemente, otros
patrones lesionales 48-72 horas después del mostrado en la biopsia anterior
(10). I- VALORACIÓN DEL
HÍGADO DONANTE El patólogo puede ser requerido para valorar de inmediato el órgano susceptible
de ser injertado. El cirujano remitirá una cuña del hígado donante en
fresco tomada antes de su extracción o en el tiempo de isquemia fría.
Una serie de patologías desaconsejan la utilización del hígado (esteatosis
macrovesicular intensa, necrosis
isquémica, inflamación portal y periportal marcada, fibrosis en puentes,
hepatitis granulomatosa , proceso
maligno en el hígado o en cualquier parte de la economía del donante,
excepto algunos tumores del sistema nervioso central). a) Alteraciones observables
en el hígado donante: La patología más frecuente es la esteatosis
hepatocitaria que ha de valorarse
mediante la tinción de sudán en congelación (las gotas de grasa
toman coloración naranja) ya que la tinción de hematoxilina-eosina infravalora
el depósito de grasa (25). Se clasifica en microvacuolar (vacuolas grasas de tamaño menor que el
núcleo del hepatocito) y macrovacuolar (vacuola grasa de tamaño grande
que desplaza al núcleo del hepatocito hacia la periferia del citoplasma).
Se cuantifica el porcentaje de parénquima hepático afectado por la micro
o la macroesteatosis clasificando cada una de estas en: leve o < 30%
de los hepatocitos, moderada o 30%-60% e intensa o >60%. Aunque la microesteatosis intensa se ha relacionado con una disfunción inicial del injerto, la postura más
aceptada es que no implica riesgo de fallo primario ni afecta a la supervivencia
por lo que estos hígados pueden ser utilizados (24;58;63). La intensidad de la macroesteatosis
si se correlaciona, sin embargo, con el riesgo de fallo primario y con
el grado de disfunción hepática pos-TH (7;59). Los hígados con macroesteatosis
severa no deben ser utilizados (17). La macrosteatosis moderada (30-60%) tiene también un riesgo relativo
de fallo primario por lo que deberían considerarse válidos sólo en ausencia
de otros factores de riesgo conocidos (3;7;58). Otra posible alteración predictora de un fallo primario
es la necrosis isquémica
(necrosis central perivenular) (17). b) Valoración del daño de
preservación: La biopsia post-reperfusión o de tiempo cero
sirve para valorar la lesión de isquemia-reperfusión del injerto. Un grado
severo de lesión puede predecir una disfunción primaria del injerto (2;8). Las lesiones más frecuentemente observadas son la esteatosis (valorada
como ya se ha comentado), los cúmulos de polimorfonucleares (PMN) en los
sinusoides (grado de infiltrado: ausente, leve, moderado, intenso), la
degeneración balonizante hepatocitaria en la zona 3 o difusa, la colestasis
(bilis en hepatocitos y canalículos) y la citolisis (grados : leve o necrosis
de células aisladas, moderada o focos de necrosis que afectan a pequeños
grupos de hepatocitos, intensa o necrosis zonal o confluente) (Fig.1). La necrosis en el área subcapsular (Fig.2)
no debe ser evaluada ya que tiene
escasa repercusión funcional en el injerto. Pueden considerarse tres grados
de lesión de isquemia-reperfusión: leve (esteatosis del 10-30%, necrosis
aisladas e infiltrado de PMN leve), moderado (esteatosis del 30%-60%,
necrosis focales e infiltrado de PMN moderados) e intenso (esteatosis>60%,
necrosis zonal e infiltrado de PMN moderados/intensos). II-DIAGNÓSTICO ANATOMOPATOLÓGICO POS-TH Los cuadros histopatológicos
pos-TH tienen un espectro de patrones limitado y pueden clasificarse en
categorías diagnósticas. La Tabla 1 (10) ejemplifica y cuantifica la distribución
de los diagnósticos realizados en 476 biopsias de 154 trasplantes ortotópicos
(130 trasplantes, 20 retrasplantes y 4 de tercer trasplante) con un tiempo
medio de seguimiento de 151 ± 190 días. El número de biopsias por trasplante fue de 3’1 y el de biopsias por
paciente fue de 3’6. Los criterios utilizados para las categorías diagnósticas expresadas en
esta tabla y en los otros estudios histopatológicos no biópsicos aquí
relatados se detallan a continuación. a) Disfunción primaria del injerto: Este
término describe los injertos con mala función en el periodo inmediato
pos-TH (dos primeras semanas), sin una causa conocida para ello (Fig.3).
Se utiliza el término de mala función
inicial o disfunción inicial para una forma menos severa de disfunción
potencialmente reversible y el término de fallo
primario para la forma severa, incompatible con la supervivencia del
injerto (55). Histológicamente, en los injertos perdidos, se observan áreas de necrosis
coagulativa hepatocitaria inicialmente perivenular (Fig.4),
posteriormente irregular y finalmente masiva (45), aunque también se describe una apariencia microscópica prácticamente
normal (53) o una intensa microesteatosis en algunos casos (14). b) Rechazo hiperagudo ( humoral o mediado por anticuerpos)
(RH): Se describe en algunas situaciones
de incompatibilidad ABO o del Complejo Mayor de Histocompatibilidad y
generalmente
se produce tras un periodo inicial de función adecuada del injerto. Es
extraordinariamente infrecuente. Los cambios iniciales (2-6 horas pos-TH)
consisten en un depósito de fibrina y en un infiltrado de neutrófilos
en los sinusoides con extravasación de eritrocitos en los vasos pequeños
y en las trabéculas hepatocitarias. De 1 a 2 días pos-TH hay exudación
neutrofílica, congestión y necrosis hepatocitaria coagulativa que evoluciona
a una necrosis hemorrágica masiva difusa en los casos severos. El diagnóstico
diferencial incluye el fallo primario del injerto, el rechazo agudo intenso
temprano, la isquemia por problemas vasculares, la sepsis por gérmenes
gram-negativos, la infección viral (herpes simple o zoster, adenovirus
y enterovirus) y una reacción de Schwartzmann (microtrombos sinusoidales
e intravasculares). Algunos autores han utilizado el término de “necrosis hemorrágica masiva”
del injerto hepático para ésta misma lesión en ausencia de una situación
de incompatibilidad inmunológica conocida (29) (Fig.5) (Fig.6). c) Rechazo celular “agudo” (RA): Es el diagnóstico más frecuente entre las biopsias pos-TH. El daño inmune
mediado por células consiste en la inflamación portal (linfocitos activados,
neutrófilos y frecuentemente eosinófilos), la lesión inflamatoria de los
ductos biliares (Fig.7) y la endotelitis (linfocitos
adheridos al endotelio de las ramas venosas con infiltración de la capa
íntima) (Fig.8). Una gradación de la intensidad
de RA utilizada frecuentemente es una adaptación de la propuesta por Snover
D et al. (52).
Grado 1 indica la triada lesional descrita, grado 2 indica que más del
50% de los ductos biliares interlobulillares están lesionados, con o sin
endotelitis asociada y grado 3 indica que la triada lesional se combina
con necrosis centrolobulillar (Fig.9).
d) Rechazo celular crónico (RC): También está mediado por células inmunocompetentes que provocan una
desaparición progresiva de ductos biliares (“ductopenia”) y/o por una arteriopatía obliterativa
que afecta a las arterias grandes y medianas (“arteriopatía de células "espumosas” o “rechazo arteriopático”). En la mayoría de los casos
ambas lesiones aparecen combinadas, si bien hay casos de rechazo puro
sólo ductopénico o sólo arteriopático. Una ductopenia se considera diagnóstica
de RC cuando afecta a los ductos de pequeño tamaño en al menos el 50%
de los tractos portales que muestran arteria (1). Deben evaluarse al menos 20 espacios porta o bien demostrarse ductopenia
en varias biopsias antes de hacer un diagnóstico de seguridad. Debe aparecer
además en un contexto clínico y morfológico adecuado puesto que una ductopenia
no es exclusiva del RC. Antes de que el RC se haya establecido, los ductos
biliares pueden adquirir un aspecto degenerado de "displasia o atrofia"
(Fig.10). Posteriormente la ductopenia se
establece (Fig.11) y los tractos porta se
depleccionan de ducto y de inflamación y aparecen "quemados"
("burnt-out"). La lesión arterial sólo afecta a las arterias medianas y grandes por
lo que en biopsia percutánea rara vez se ve. Consiste en cúmulos subintimales
de macrófagos espumosos que ocluyen la luz (Fig.12).
En algunos casos pueden verse
también inflamación y/o macrófagos espumosos en
vénulas portales y hepáticas con el resultado de venooclusiones.
Otros hallazgos que integran habitualmente el cuadro de RC son la colestasis
central mixta, el cambio claro hepatocitario y los macrófagos espumosos
sinusoidales (Fig.13). También se describen
atrofia y necrosis centrolobulillares (Fig.14),
fibrosis portal, esclerosis perivenular y arteriopenia de arteriolas pequeñas
(1;44). e) Patología de las complicaciones
vasculares: La
disminución del flujo hemático consecuencia de la estenosis, el acodamiento
(“kinking”) o la trombosis de las anastomosis de la vena porta y/o de
la arteria hepática (Fig.15) (Fig.16)
provoca como resultado una isquemia (necrosis coagulativa hepatocitaria
centrolobulillar). El grado de lesión hepática varía desde infartos pequeños
periféricos que no condicionan disfunción hasta una necrosis isquémica
masiva con áreas infartadas irregulares y extensas que conduce a un fallo
hepático fulminante y que, no obstante, puede dejar zonas de parénquima
preservadas (Fig.17). En una biopsia, debe
considerarse la posibilidad de error de muestreo en estas dos circunstancias
y además deben considerarse como diagnóstico diferencial las tres formas
de rechazo (el RH ya que es similar a un infarto extenso y el RA y RC
que pueden mostrar necrosis centrolobulillar). La estenosis arterial puede
conducir además a una necrosis isquémica de los grandes ductos biliares (colangiopatía isquémica)
(Fig.18) que no es objetivable en la biopsia percutanea
(28). La obstrucción de la anastomosis de la vena cava suprahepática produce
una congestión y hemorragia centrolobulillar similar al síndrome de Budd-Chiari
(42) en cuyo diagnóstico diferencial deberán incluirse la farmacotoxicidad
y el rechazo agudo. f) Patología de las complicaciones biliares: La estenosis
u obstrucción de la anastomosis de la vía biliar produce el cuadro
histológico de obstrucción biliar
que puede ser agudo (edema portal, proliferación
ductulillar, infiltrado neutrofílico portal y colestasis) o crónico (incluye
además fibrosis periportal progresiva y finalmente cirrosis). El diagnóstico
diferencial del cuadro agudo debe hacerse con el RA (en este último hay
mayor infiltrado mononuclear portal y endotelitis) y el del cuadro crónico
con una recidiva de una patología biliar si procede, como serían una colangitis
esclerosante primaria (CEP) o una cirrosis biliar primaria (CBP) (51). La estenosis/trombosis de la arteria hepática provocará una colangiopatía isquémica (36) que se traduce en necrosis, fistulización, estenosis, obstrucción y dilataciones
de los grandes ductos biliares (Fig.19) con
frecuente sobreinfección secundaria (colangitis y colestasis ductulillar)
. El cuadro histológico es el de una obstrucción biliar parcheada y los
ductos biliares interlobulillares pueden mostrar una lesión en su epitelio
similar a la de un rechazo crónico temprano con posteriores fibroobliteración
y desaparición. En el explante se observa necrosis y ulceración de los
ductos biliares grandes y medianos con moldes de material biliar en las
luces de los mismos (Fig.20) y con frecuente
extravasación de bilis a los tejidos adyacentes (necrosis coagulativa
pigmentada) (Fig.21) y sobreinfección bacteriana
o fúngica (28). Por último, un cuadro de
colangitis supurativa (neutrófilos en la
luz de los ductos que pueden llegar a provocar abscesos intrahepáticos)
(Fig.22) puede observarse, como ya se ha comentado,
tras estenosis, obstrucción o isquemia de la vía biliar o bien secundariamente
a una sepsis generalizada. g) Colestasis
funcional o inexplicada: Se caracteriza por la presencia de pigmento biliar asociado o no a cambio
hidrópico hepatocitario centrolobulillar (Fig.23)
sin inflamación acompañante (62). Este diagnóstico se hace generalmente
en la 2ª o 3ª semana pos-TH y la recuperación espontánea es lo más habitual,
aunque su persistencia en el tiempo puede preceder y ser signo de posterior
evolución a RC (10). h) Recidivas:
La recidiva más frecuente es
la de una hepatitis viral B, B y D o C que producirán un cuadro similar
al que sucede en el hígado no trasplantado. La evolución natural del cuadro
parte de una hepatitis lobulillar
(Fig.24) para pasar a una hepatitis crónica
portal-periportal que progresivamente puede evolucionar a cirrosis (23). Se ha descrito además una forma de hepatitis severa por VHB o VHC denominada
hepatitis colestásica fibrosante (19;40), no observada en el paciente no inmunosuprimido, que se caracteriza por
una colestasis progresiva de predominio centrolobulillar con balonización
hepatocitaria y proliferación ductulillar periportal (Fig.25),
asociada a fibrosis periportal y difusa (50) (Fig.26). La inflamación portal suele ser
curiosamente escasa y la lobulillar variable. Se describen además recidivas
de tumores, de síndrome de Budd-Chiari,
de hepatitis autoinmune, de CBP y de CEP (27;43). El diagnóstico diferencial entre la recidiva de una hepatitis C y el
RA, entre la CBP y el RC o entre la CEP y la colangitis isquémica (22) puede ser difícil (Fig.27) (Fig.28).
Recientemente se ha descrito además la hepatitis autoinmune de novo en
enfermos trasplantados por una enfermedad no inmunológica, lo que plantea
si es recidiva o no en el caso de una hepatitis autoinmune pretrasplante
(31). i) Infección viral oportunista: La infección mas frecuente de este tipo es la producida
por el citomegalovirus (CMV). El patrón de esta hepatitis se caracteriza
por la presencia de inclusiones nucleares (Fig.29)
y/o citoplasmáticas acompañadas de cúmulos neutrofílicos (microabscesos)
lobulillares o bien de granulomas. El estudio inmunohistoquímico es de
utilidad para demostrar las inclusiones (13) (Fig.30). La segunda infección en frecuencia
es la producida por el virus Epstein-Barr (EBV). Se caracteriza por infiltrados
portales y sinusoidales de linfocitos activados, inmunoblastos y células
plasmáticas. Los linfocitos se disponen en “fila india “ en los sinusoides
(46). La alta proporción de células linfoides activadas,
las mitosis frecuentes y la
demostración inmunohistoquímica de que la mayoría son células B son datos
útiles en el diagnóstico diferencial con otras causas de
inflamación portal (47). Con inmunohistoquímica y estudio de hibridación in situ pueden demostrarse
las partículas virales. Hay que
considerar además que aproximadamente un 2.2% de los pacientes trasplantados
desarrollan enfermedades linfoproliferativas, la mayoría asociadas con
infección por EBV (4). Otras hepatitis como las producidas por el adenovirus o por el herpes
simple son más raras. No debe olvidarse tampoco la posibilidad de una
infección por leishmanias (Fig.31)
en zonas endémicas. j) Cambios mínimos o ausencia de lesión: La disfunción clínico-bioquímica puede no quedar explicada
por los hallazgos histológicos al resultar estos inespecíficos e insuficientes
en intensidad para identificar un patrón lesional. En estos casos hay
que considerar la posibilidad de un error de muestreo (ej.: infarto no
muestreado). k) Reacción a fármacos y tóxicos: El diagnóstico de hepatotoxicidad es ambiguo y difícil
de comprobar. La azatioprina se ha relacionado con colestasis, enfermedad
venooclusiva, necrosis perivenular, dilatación sinusoidal y peliosis e
hiperplasia nodular regenerativa (54). La ciclosporina A se ha relacionado muy infrecuentemente con colestasis,
balonización hepatocitaria, necrosis aisladas de hepatocitos e hiperplasia
nodular (6). Los corticoides se han asociado
a colestasis, esteatosis e hiperplasia nodular regenerativa. Se ha sugerido
que la FK506 podría causar hiperplasia nodular y necrosis centrolobulillar
(30). El hábito etílico puede provocar un patrón típico de esteatohepatitis
alcohólica (15;41;48). l) Patrones plurietiológicos: Se caracterizan por la presencia
de dos o más patrones histológicos combinados. La asociación más frecuente
es la del rechazo agudo y crónico.
III- ESTUDIO
HISTOLÓGICO DE 476 BIÓPSIAS POS-TH EN EL HOSPITAL 12 DE OCTUBRE (MADRID)
(TABLA. 1) (10) En esta serie, no se observó
ningún caso de RH que, por otra parte, es excepcional. El 46% de las biopsias
mostraban RA (el porcentaje de RA en la literatura varía entre el 30%
y el 76%). La mayor parte de los episodios de RA ocurren entre el 5º y
30º día pos-TH aunque también pueden observarse más tarde (media ± DS: 47± 51 días en esta serie). Los episodios de RA
tardíos, se vieron generalmente precedidos por episodios tempranos (el
71% de los pacientes con RA, ya había mostrado un episodio en los primeros
15 días pos-TH y el 22’6% de los pacientes con RA en la segunda semana
pos-TH mostraron recidiva de este). En cuanto al RC, se observó en un
7’6% de las biopsias (en la literatura, la incidencia de RC se sitúa entre
un 2’4% y un 16’8%) y estuvo precedido en todos los casos por un RA, al
igual que se cita en otras series. Por tanto, la ductopenia parece en
muchos casos una consecuencia de la lesión inflamatoria de un RA persistente
o mal controlado (26). En la actualidad, el número de RC ha disminuido notablemente gracias
a los nuevos inmunosupresores (20). Con respecto a la recidiva
de hepatitis, se demostró reinfección serológica o tisular en un 57’7%
de los 26 pacientes HbsAg + trasplantados por una
hepatitis B en fase terminal y en el 86’6% se demostraron antígenos
HBc o de HBs con un análisis inmunohistoquímico, confirmándose con ello
la alta frecuencia de recidiva de hepatitis por este virus (33). La literatura refiere además una progresión más rápida de la hepatitis
y un porcentaje mayor de injertos que desarrollaran hepatitis crónica
avanzada respecto a los pacientes no trasplantados (56). En cuanto a la hepatitis C, su recidiva en el injerto es prácticamente
universal (34;35;61), por lo que el número de biopsias
en las que cabe esperar recidiva dependerá del número de pacientes trasplantados
por la indicación de cirrosis post-hepatitis C. En lo referente a la infección
viral oportunista, la incidencia de hepatitis por CMV en esta serie fue
de un 12’4%, aunque se produjo infección (sangre, orina o exudados positivos)
en un 58’9% de los pacientes. El diagnóstico se realizó en el día 43 ± 11 (media ± DS) pos-TH. Por último en
un 20% de las biopsias se realizó un diagnóstico plurietiológico que consistió
en el solapamiento de dos categorías diagnósticas. La distribución de
estos diagnósticos plurietiológicos queda reflejada en la segunda columna
de la Tabla 1. IV- PÉRDIDA DEL
INJERTO EN TRASPLANTE HEPÁTICO. ESTUDIO DE 131 INJERTOS FRACASADOS (1986-1996)
EN EL PROGRAMA DEL HOSPITAL 12 DE OCTUBRE (9) Diversas complicaciones pueden
conducir a la pérdida del injerto hepático. Para determinar estas complicaciones,
se estudiaron morfológicamente 131 injertos fracasados (representaban
el 61% de todos los injertos fracasados) que correspondían a 75 intervenciones de retrasplante
(el 100% de retrasplantes) y a 56 autopsias (el 40% de las autopsias)
obtenidos de 494 trasplantes hepáticos realizados en el Hospital 12 de
Octubre (Madrid) entre 1986 y 1996. La indicación más frecuente del trasplante
fue una cirrosis (criptogénica, alcohólica o por hepatitis C). La supervivencia
media de los injertos fracasados fue de 232 días (rango = 1 - 3’15; DE
= 405; mediana = 106). En 109 casos las lesiones hepáticas
explicaban su fracaso. En el resto, el hígado era normal o patológico
pero sus lesiones no fueron la causa de muerte del paciente trasplantado.
El RC (31%), las alteraciones circulatorias (31%) y el fallo primario
(16%) fueron las causas hepáticas de fracaso más frecuentes (Tabla.2).
Las alteraciones circulatorias consistieron en infartos, necrosis isquémicas
zonales y/o colangitis isquémicas, que no siempre asociaron lesiones vasculares
del injerto. Las lesiones vasculares se observaron con mayor frecuencia
en la arteria hepática (trombosis, estenosis
o aneurismas), en segundo lugar en la vena porta (trombosis o estenosis)
y sólo en un caso en la vena cava (estenosis). Curiosamente, el 40% de
las obstrucciones vasculares se observaron en injertos perdidos después
de los 3 meses postimplante. Con
respecto a los injertos con fallo primario, se observaron lesiones isquémicas
parenquimatosas con algunas características similares a las de los injertos
con alteraciones circulatorias. La causa más común de muerte
fue la sepsis (46%), frecuentemente asociada a alteraciones circulatorias
(Tabla.3). Las infecciones fueron bacterianas,
fúngicas, virales o por agentes oportunistas y en uno de cada 4 fallecimientos
se observó micosis invasiva, aunque sólo en 2 casos afectaba al injerto.
La causa más frecuente de retrasplante fue el RC (40%; 75 = 100%), seguido
de las alteraciones circulatorias (27%) y del fallo primario (21%) (Tabla.4).
Los resultados antedichos merecen
los siguientes comentarios. En esta serie se observó que el fracaso del
TH es con frecuencia multifactorial y plurietiológico puesto que múltiples
enfermedades asociadas explicaban el fracaso en el 25% de los casos autopsiados
y en el 12% de los injertos obtenidos con ocasión del retrasplante. Coincidiendo
con otras series (16;37), la infección y la sepsis fueron las causas de muerte o de fracaso más
frecuentes de esta terapéutica y el RC seguido de las alteraciones circulatorias
y del fallo primario fueron las indicaciones más frecuentes de retrasplante
en esta década (18;37). Sin embargo, la incidencia del RC disminuyó en el segundo lustro de
la década estudiada (mayor control de la terapia inmunosupresora y utilización
del FK506) cediendo el primer puesto a las alteraciones circulatorias. Hay que considerar
tres aspectos importantes en el grupo de injertos fracasados por alteración
circulatoria: a) La obstrucción de la arteria hepática es la patología
vascular más frecuente y sucede generalmente en el periodo inmediato pos-TH
aunque puede suceder también tardíamente (60). Podrían colaborar una fibrosis
cicatrizal en una anastomosis correcta o una esclerosis intimal, observada
con frecuencia en casos de RC. b) Las lesiones isquémicas no siempre se
acompañan de lesión vascular en el injerto (3 casos) por lo que deben
considerarse siempre otros posibles factores de isquemia (problemas técnicos
en la cirugía, irrigación inadecuada del injerto pre-peri y postimplante,
hipotensión, sangrado, tamaños de los vasos del donante). c) La isquemia
se presenta con frecuencia como una enfermedad biliar (37;57). Gran parte
de la enfermedad del árbol biliar (muy prevalente en estos injertos) es
además del tipo isquémico (necrótica). Por último, el estudio identificó
una serie de enfermedades excepcionales en un hígado no trasplantado (colangitis
isquémica, hepatitis colestásicas, quistes peribiliares y neuromas de
amputación hiliares) (11;12) (Fig.32) y constató
características de las hepatopatías que son peculiares en el injerto (curso
rápido hacia la cirrosis en algunas hepatitis por virus hepatotropos).
Sin embargo, respecto a la baja prevalencia de pérdidas por hepatitis
C en este estudio (un tercio de los receptores tenían infección y todos
mantenían la positividad para el ARN-VHC pos-TH), hay que decir que, aunque
la recidiva de la hepatitis es prácticamente universal, puede progresar
a estadios avanzados en un corto intervalo de tiempo (35) y se asocia
a un mayor número de pérdidas del injerto por rechazo crónico, no parece,
sin embargo, que la supervivencia del injerto difiera con respecto a la
de los pacientes trasplantados negativos para el VHC
(34;35;38;49). El tiempo medio de supervivencia de este estudio resultaba por tanto
corto para evaluar este subgrupo. Por último, la limitada representación
del hepatocarcinoma en esta serie se debe a la escasa realización de la
autopsia a los pacientes fallecidos por esta causa. No obstante la tasa
de recidiva de neoplasia primaria en esta década fue del 17-22% (32;39). BIBLIOGRAFÍA 1 Terminology for hepatic allograft rejection. International
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the outcome of liver retransplantation. Transplant
Proc 1999; 31:550-551. FIGURAS 1-
Cambios de recolección: necrosis
hepatocitarias monocelulares e
infiltrado neutrofílico 2-
Necrosis y hemorragia subcapsular en una biopsia de tiempo cero 3-
Fallo primario: superficie de corte de un explante con intensa
congestión y esteatosis 4-
Fallo primario: necrosis centrolobulillar 6-
Rechazo hiperagudo: hemorragia y trombos sinusoidales 7-
Rechazo agudo: lesión inflamatoria ductal 8-
Rechazo agudo: endotelitis
muy intensa 9-
Rechazo agudo: necrosis
centrolobulillar 11-
Rechazo crónico: ductopenia 12-
Rechazo crónico: arteriopatía. Véanse los macrófagos espumosos
en una arteria de mediano calibre 13-
Rechazo crónico: cúmulo de macrófagos sinusoidales 14-
Rechazo crónico: ductopenia y atrofia centrolobulillar 15-
Arteria hepática: disección de la pared arterial por aneurisma 16-
Arteria hepática: compresión por neuroma de amputación hiliar 18-
Arteria hepática: trombosis arterial
y colangiopatía isquémica en el hilio 22-
Colangitis supurativa: neutrófilos permeando el epitelio de un
ducto biliar 23-
Colestasis funcional: cambio claro hepatocitario pericentral y
bilis canalicular. 24-
Hepatitis lobulillar: infiltrados inflamatorios y cuerpos acidófilos
en el lobulillo 26-
Hepatitis colestásica fibrosante avanzada: fibrosis periportal
estrellada y sinusoidal extensas 30-
Citomegalovirus (inmunohistoquímica) 31-
Leishmaniasis afectando al injerto hepático |
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Uninet.edu & Club de Informática Aplicada de la SEAP
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