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      Embolia pulmonar: "extensa" o "masiva"? 
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      Comentario: Ricardo Abizanda Campos 
      En los 
      últimos años, los intensivistas hemos estado recibiendo llamadas de los 
      servicios de Urgencias para fibrinolisar embolismos pulmonares “masivos”, 
      definidos no por la repercusión funcional de los mismos, sino por la 
      extensión de la imagen del trombo en el TAC helicoidal, en pacientes que 
      estaban prácticamente asintomáticos. Parece que por fin y como se comenta 
      en el editorial de Eduardo Palencia, se ha llegado al consenso de que una 
      imagen extensa de embolia pulmonar no significa que el paciente tenga una 
      embolia masiva (que se debe definir por la repercusión hemodinámica). Es 
      decir, nuevamente y a la luz de la evidencia disponible por los trabajos 
      recientemente publicados, parece que la indicación de fibrinolisis queda 
      limitada al embolismo pulmonar masivo, según la definición tradicional de 
      aparición de datos clínicos de shock cardiogénico y en los casos de parada 
      cardíaca. 
      La 
      controversia se mantiene en aquellos casos de embolismo pulmonar submasivo, 
      definido por la presencia de datos ecocardiográficos de fracaso de 
      ventrículo derecho, sin que por el momento se haya conseguido obtener un 
      consenso definitivo. Si con el ecocardiograma no hay consenso, menos debe 
      haberlo con el valor de la determinación de troponina, que posiblemente 
      pueda tener mayor sensibilidad que el ecocardiograma para detectar la 
      aparición de lesión miocárdica secundaria al embolismo, pero también mucha 
      menor especificidad a la hora de predecir la aparición de complicaciones 
      (con valores altos de troponina se detectan afectaciones cardíacas de 
      menor intensidad a la valorada mediante aparición de signos de fallo de 
      ventrículo derecho en ecocardiograma). Además, la utilidad de los niveles 
      de troponina requiere de estudios con mayor número de pacientes con el fin 
      de determinar su verdadero valor pronóstico. 
      A la luz 
      de los artículos publicados recientemente, posiblemente una conducta 
      práctica a adoptar en el tratamiento de los pacientes con embolismo 
      pulmonar pueda ser: 
      
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        Pacientes con embolismo pulmonar masivo (shock cardiogénico o paro 
        cardiaco): considerar la fibrinolisis. 
   
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        Pacientes con embolismo pulmonar submasivo (considerado como fracaso de 
        ventrículo derecho en ecocardiograma pero manteniendo situación 
        hemodinámica y respiratoria estable): ingreso en UCI hasta 
        estabilización, para optimización del tratamiento y monitorización 
        hemodinámica. Anticoagulación óptima con heparina sódica, y en caso de 
        deterioro clínico (shock), considerar la escalada terapéutica mediante 
        fibrinolisis. 
   
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        Pacientes con embolismo pulmonar extenso en situación clínica estable 
        (imagen de afectación importante de ambas arterias pulmonares en TAC 
        helicoidal). Anticoagulación con heparina y monitorización clínica y de 
        valores de troponina que pudieran identificar a pacientes con mayor 
        riesgo de complicaciones.  
       
      En todo 
      caso, el tratamiento fibrinolítico del embolismo pulmonar ha representado 
      un claro caso de “Medicina no basada en la evidencia sino en la creencia”, 
      a todos nos ha parecido lógico que si resolvemos una oclusión vamos a 
      resolver el problema, y esto ha hecho que la visualización de grandes 
      trombos mediante las nuevas técnicas radiológicas  nos hiciera lanzarnos 
      sobre la fibrinolisis sin que hubiera trabajos que demostraran 
      suficientemente su eficacia. 
      Un caso 
      representativo son las siguientes tres imágenes obtenidas de una 
      reconstrucción tridimensional de un TAC helicoidal con protocolo de 
      embolia pulmonar. Corresponden a una paciente de 31 años que está 
      completamente asintomática salvo por discreta taquicardia sinusal y 
      necesidad de oxigenoterapia con gafas nasales a 5 lpm. No presenta ninguna 
      alteración analítica con valores seriados de troponina I siempre 
      inferiores a 0,01 mcrg/ml, y con un ecocardiograma transtorácico en el que 
      únicamente se aprecia ligera dilatación de arteria pulmonar izquierda y no 
      ningún dato ni directo ni indirecto de sobrecarga de ventrículo derecho. 
      Sin embargo, las imágenes demuestran una embolia pulmonar “extensa” 
      bilateral con afectación de la arteria pulmonar principal izquierda, y 
      lobares, segmentarias y subsegmentarias de ambos lados. Posiblemente, en 
      otro paciente con patología crónica previa, la misma embolia pulmonar 
      extensa daría lugar a repercusión hemodinámica, que sí justificaría el 
      empleo de fibrinolisis, que en este caso obviamente no se realizó. 
      
        
          
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          | Figura 1 | 
          Figura 2 | 
          Figura 3 | 
         
       
      Federico Gordo Vidal, Natalia de la Calle Pedrosa 
      Unidad de Cuidados Críticos 
      Fundación Hospital Alcorcón, Madrid 
      ©REMI, http://remi.uninet.edu. 
      Agosto 
      2003. 
      Enlaces: 
      
      Palabras clave: Embolia pulmonar, TC 
      helicoidal, Troponina, Fibrinolisis. 
      Comentario: 
      Ricardo Abizanda Campos 
      Los comentarios de F. Gordo y N. de la 
      Calle sobre la estrategia asistencial del paciente afecto de embolismo 
      pulmonar me suenan a música celestial, y el calificativo, lejos de ser 
      agresivo o displicente, tiene la intención contraria, de ser laudatorio y 
      entusiasmante. 
      Bueno es que, en momentos en que la 
      tecnología proporciona armas diagnósticas de superior fiabilidad que las 
      disponibles clásicamente, alguien haga una llamada al sentido común. Lo 
      importante no es la exploración, sino el paciente que está detrás de ella. 
      Sea cual sea la técnica de diagnóstico, en este caso de un proceso de TEP 
      "masivo", lo que nos debe decidir a emprender una u otra maniobra 
      asistencial es la situación del paciente, no la imagen en sí misma. 
      Escondido detrás de un hallazgo 
      exploratorio hay una persona que, a través de la repercusión sobre la 
      función ventilatoria y de intercambio gaseoso, y sobre la función 
      circulatoria, dicta la verdadera importancia de la situación, y la 
      gravedad de la misma. Y en ese análisis de riesgo - beneficio, una de las 
      posibles salidas es la administración de fibrinolíticos; pero sólo una de 
      las posibles salidas. Otra, afortunadamente la indicada en la mayoría de 
      casos sin grave repercusión clínica, que evolutivamente, comprometa la 
      supervivencia del paciente, es la correcta heparinización. Con heparina 
      sódica en perfusión continua y controles biológicos de efectividad 
      terapéutica. 
      Desde los estudios de Hirsch, Verstraete, 
      Samama y Sasahara, por citar algunos nombres (muy antiguos) sabemos que el 
      papel de la heparina sódica y de la prostaciclina de la propia pared 
      vascular, van a condicionar un nivel de resolución de la oclusión 
      pulmonar, que a los 6 meses, es comparable con la resolución lograda con 
      el uso de fibrinolíticos. Otra cosa es, cual puede ser el nivel de 
      resolución de la lesión vascular venosa periférica que ha condicionado la 
      aparición del TEP. 
      Decía W. Osler (y de eso hace mucho) que 
      pocas son las enfermedades que matan por sí mismas, y que lo que determina 
      el resultado del paciente es la repercusión que la enfermedad tienen sobre 
      el mantenimiento de sus funciones vitales más sensibles. El comentario de 
      Gordo y de la Calle, incide en ese mismo sentido y debe recordarnos que lo 
      bueno, con frecuencia enemigo de lo óptimo, es consecuencia de una actitud 
      prudente y ajustada al riesgo. 
      Ricardo Abizanda Campos 
      Hospital General de Castelló 
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