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            Friedrich es el extraordinario pintor de paisajes solitarios, 
            nocturnos y fríos, a veces sombríos y casi siempre melancólicos; de 
            ruinas misteriosas; de barcos naufragados de una manera 
            desesperanzada, irremediable, sin siquiera el atisbo de lucha que 
            puede apreciarse en el impresionante cuadro de su contemporáneo 
            Géricault. Muchas de sus escenas pueden resultar tenebrosas, aunque 
            sólo unas cuantas, las llamadas góticas, podrían parecer morbosas. 
            Es cierto que con algunas se experimenta ansiedad e incluso 
            angustia, como aquellas en que alude a la anticipación de su propia 
            muerte o las que pinta viviendo o rememorando momentos de gran 
            tensión emocional (muerte de su hermano, ahogado mientras le 
            salvaba; desilusiones políticas; crisis de fe…), pero la mayoría 
            transmiten quietud y fascinación, un estado de suspensión ante la 
            grandeza del entorno. 
            Uno de los aspectos de su obra que más 
            atraen es la sensación de que en sus cuadros la vista se perdería 
            para siempre en la horizontalidad infinita de la naturaleza; en 
            mares, campos y cielos sin margen alguno. Pero Friedrich no nos deja 
            totalmente suspendidos, al aligerar la infinitud de sus paisajes 
            magistralmente. No lo hace con lindes, sino con la verticalidad de 
            las puertas que esperan a la entrada de los cementerios, de los 
            árboles testigos únicos de la soledad, de los mástiles de los barcos 
            que se alejan o de las cruces erguidas; elementos todos forjados de 
            forma mayestática, pero que en cierto modo alivian el sentimiento de 
            vértigo o de pérdida. 
            Todos sus lienzos son deslumbrantes 
            por muchas razones, tanto técnicas como “sensoriales”. El monje 
            junto al mar, uno de los más apreciados, sorprendió notablemente 
            por la ruptura con los conceptos contemporáneos de la perspectiva; 
            no la utiliza y la profundidad, muy ligera, la logra mediante la 
            aposición de planos con un fuerte contraste: una delgada franja de 
            tierra elevada y clara, un mar de un negro profundo y un inmenso 
            cielo nublado, sólo penetrado por unas pocas gaviotas y aún más 
            inquietante que las insondables aguas. Creo que al verlo por primera 
            vez sentí desconcierto y opresión a partes iguales; para mí es éste, 
            y no sus cementerios o abadías derruidas, el espacio que sobrecoge y 
            angustia. Su esquema distributivo de horizontalidad/verticalidad a 
            punto está de desvanecerse, pues la composición es extremadamente 
            austera y sólo una minúscula figura, apenas perceptible, se opone 
            sin éxito a la horizontalidad inagotable. Algunos expertos han 
            sugerido que podría tratarse del mismo Friedrich, aunque la realidad 
            es que en sus lienzos, la identificación de esa persona no es 
            relevante; podría ser cualquiera, un espectador que ante la 
            inmensidad inabarcable de la naturaleza toma conciencia de su propia 
            pequeñez. Nuestro autor sitúa al ser humano en un reducido lugar en 
            el universo de sus telas y prácticamente siempre, en posición de 
            espaldas o en escorzo, de manera que no distinguimos sus rasgos. 
            El romántico alemán sufrió, según se 
            desprenden de los testimonios propios y de personas de su entorno, 
            una enfermedad neurológica. Existen alusiones en cartas de amigos a 
            uno o varios episodios de “apoplejía”. Aparte de un supuesto intento 
            de suicidio, hay alguna referencia a un trastorno depresivo, a 
            cambios de conducta, con accesos de ira e incluso episodios aislados 
            de celotipia. El inicio de su decadencia física suele fecharse en 
            1824. Él mismo alude muy discretamente a su salud en una carta 
            dirigida a sus tres hermanos y fechada el 21 de octubre de 1825, 
            escribiendo que “desde hace algún tiempo me vengo sintiendo mal; 
            pero desde ayer la enfermedad parece emprender la retirada…”. 
            Su actividad se ralentiza 
            progresivamente, si bien aún inicia o continúa alguna obra maestra. 
            En fuentes indirectas se cita el 26 de junio de 1835 como la fecha 
            del primer ictus, que cursó con hemiparesia o hemiplejia derecha. 
            Descansó un tiempo en el balneario de Teplitz, pero a partir de ese 
            momento se dedica casi exclusivamente a dibujar, ya que pintar al 
            óleo era casi un imposible. Aparte del déficit motor y de esos 
            posibles cambios en la esfera psíquica, no hay descripciones 
            adicionales sobre la enfermedad ni nada que oriente a la etiología. 
            No podemos hacer sino especulaciones sobre si los comentarios se 
            acercan a la realidad o son interpretaciones erróneas de sus 
            conocidos. Se suele referir que en 1940 sufrió otro posible ictus. 
            Desconocemos si se trataba de una enfermedad cerebrovascular, o una 
            meningoencefalitis crónica con deterioro cognitivo asociado, o si 
            padeció una enfermedad psiquiátrica independiente o si sus cambios 
            de carácter eran sólo una reacción frente a la enfermedad. Fuera lo 
            que fuese hizo su vida muy difícil durante muchos años, en los que 
            pasó por dificultades económicas. 
            Enlaces y bibliografía: 
            
              - 
              
Caspar David Friedrich. Imágenes: 
              29 reproducciones de sus cuadros. [www.robert-morten.de]  
              - 
              
Caspar David Friedrich. Imágenes: 
              14 reproducciones de sus obras. [CGFA]  
              - 
              
Caspar David Friedrich.
              El paisaje como lenguaje.
              The Rolland Collection of Films and 
              Videos on art. 
              Formato: .ram. Idioma: 
              inglés. Duración: 25 min. [Enlace]  
              - 
              
Caspar David
              Friedrich.
              Presentado por 
              William Vaughan. 
              The Rolland Collection of Films and Videos on art. 
              Formato: .ram. Idioma: 
              inglés. Duración: 25 min. [Enlace]  
              - 
              
Joseph Leo 
              Koerner: Caspar David Friedrich and the subject of landscape.
              New Haven: Yale University Press, 
              1990.  
              - 
              
Werner Hofmann. 
              Caspar David Friedrich. Londres: 
              Thames & Hudson, 2001.  
             
            Beatriz Sánchez Artola 
            ©REMI, http://remi.uninet.edu. 
            Agosto 2003. Envía tu 
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