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      Embolia pulmonar: clasificación, 
      diagnóstico, pronóstico, tratamiento 
      [versión para imprimir] 
      Las pautas de actuación clínica sobre embolia pulmonar publicadas  
      el año 2000 por la European Society of Cardiology presentan 
      las siguientes definiciones (1): embolia pulmonar masiva es aquélla que 
      produce hipotensión o shock (tensión arterial sistólica inferior a 90 mm Hg, 
      o un descenso de al menos 40 mm Hg con respecto a las cifras previas, no 
      achacables a arritmias, hipovolemia o sepsis). Todas las demás se 
      consideran embolias no masivas, independientemente de la extensión 
      anatómica del trombo visualizado en arteriografía pulmonar o en TAC 
      helicoidal, de los defectos de perfusión existentes en la gammagrafía o 
      los hallazgos ecocardiográficos. Un subgrupo de las embolias pulmonares no masivas es la embolia pulmonar submasiva, en que no se produce hipotensión pero se 
      demuestra mediante ecocardiografía una disminución de la contractilidad 
      del ventrículo derecho, hallazgo indicativo de la repercusión 
      hemodinámica de la embolia. 
      La anterior clasificación tendría una evidente utilidad en la 
      estratificación de los pacientes: la embolia pulmonar masiva tiene una 
      alta mortalidad, y es subsidiaria de tratamiento fibrinolítico. La embolia 
      pulmonar no masiva tiene una baja mortalidad cuando se trata con heparina. 
      La denominada embolia submasiva, término que no está claramente definido, representaría un subgrupo de riesgo 
      intermedio, en el que existe controversia sobre cuál es el tratamiento más 
      conveniente. En los siguientes párrafos se desarrollará cada uno de estos 
      aspectos. 
      Embolia pulmonar masiva: 
      importancia del tratamiento 
      La embolia pulmonar masiva es relativamente 
      infrecuente, y supone aproximadamente el 10% de los casos de embolia 
      pulmonar diagnosticados mediante angiografía (2). La mortalidad de la 
      embolia pulmonar masiva (embolia pulmonar diagnosticada mediante 
      arteriografía pulmonar que presenta shock) es del 35%, mientras que la 
      mortalidad de la embolia pulmonar no masiva tratada con heparina, seguida 
      de anticoagulantes orales, ha sido en la última década inferior al 3% (2). 
      El tratamiento de la embolia pulmonar masiva, con hipotensión o shock, 
      aunque no existen ensayos clínicos que lo demuestren, es el tratamiento fibrinolítico, sin que existan diferencias claras entre los distintos 
      fármacos y pautas de administración existentes (estreptoquinasa, 
      uroquinasa, rt-PA). 
      Los criterios anatómicos de extensión de la embolia pulmonar, 
      bien mediante angiografía pulmonar bien mediante TAC helicoidal, o 
      mediante gammagrafía de perfusión, no son 
      sin embargo indicadores de la necesidad de tratamiento fibrinolítico, 
      porque en la mayoría de los casos de embolia pulmonar anatómicamente 
      extensa o muy extensa, los 
      enfermos siguen un curso clínico favorable en tratamiento con heparina. 
      Así, en 
      un estudio de hace ya casi 30 años (3), la mortalidad de la embolia pulmonar 
      anatómicamente "masiva" (definido este término aquí como la obstrucción angiográfica de más del 50% del árbol vascular 
      pulmonar) en ausencia de shock fue de solo el 6%, y en presencia de shock, 
      del 32%. Es la presencia de shock, por tanto, y no la extensión anatómica 
      de la embolia pulmonar, el principal determinante pronóstico. Creemos que, 
      basándose exclusivamente en criterios anatómicos, se debe evitar el 
      término "masiva", y utilizar más bien el de "extensa", reservando el 
      primero para los que presentan shock. En adelante, en este texto, 
      utilizaremos esta terminología. 
      Embolia pulmonar no masiva: 
      importancia del diagnóstico 
      En la embolia pulmonar no masiva, el tratamiento 
      anticoagulante con heparina seguida de anticoagulantes orales es fundamental, ya que la 
      embolia pulmonar no tratada tiene una elevada mortalidad, que se debe en 
      muchos casos a embolismo recurrente, y que se cifra en torno al 30-35%. 
      Esta cifra 
      es idéntica a la de la embolia pulmonar masiva (2). Efectivamente: 
      mientras que la mortalidad de la embolia pulmonar no masiva es muy baja 
      con tratamiento (menor del 3%), sin tratamiento es hasta diez veces más 
      elevada. 
      Se ha señalado que al menos el 70% de las embolias 
      pulmonares no se diagnostican, y que la gran mayoría de los 
      pacientes que mueren de embolia pulmonar (¡un increíble 94%!) no han recibido tratamiento 
      anticoagulante (4). Estas decepcionantes cifras se han visto corroboradas en un metaanálisis de 12 estudios postmortem, 
      en el que más del 70% de las embolias pulmonares encontradas no habían 
      sido diagnosticadas en vida (5). Se ha encontrado en  series autópsicas que del 12 
      al 15% de los pacientes no seleccionados que fallecen en el hospital 
      presentan evidencia de embolia pulmonar clínicamente relevante (6); estas 
      cifras no parecen haber disminuido en las últimas décadas, a pesar de la amplia utilización de 
      medidas profilácticas en los pacientes hospitalizados. 
      De este modo, la embolia pulmonar no masiva supone un 
      difícil reto 
      diagnóstico. Es una posibilidad a considerar en una variedad de situaciones 
      clínicas (p. ej.: sujetos asintomáticos con factores de riesgo, disnea, 
      dolor torácico, shock, etc.), cada una de las cuales requiere un enfoque 
      distinto. En los últimos años se han desarrollado nuevas pruebas 
      diagnósticas, como el dímero D (7) y la TC helicoidal (8), que han venido 
      a ocupar rápidamente un sitio en el arsenal de exploraciones disponibles en la mayoría de los hospitales, y para cuya correcta interpretación se 
      debe tener siempre en cuenta la estimación de la probabilidad previa a la 
      prueba o riesgo basal, para lo que se han diseñado distintos sistemas de 
      puntuación (9, 10, 11). 
      Embolia pulmonar submasiva: 
      importancia de la estratificación 
      El espectro clínico de gravedad de la embolia pulmonar 
      varía entre los casos rápidamente mortales hasta los casos asintomáticos 
      que no se llegan a diagnosticar. Ya hemos visto cómo es la existencia o no 
      de shock el principal determinante pronóstico de la embolia pulmonar; no 
      obstante, un porcentaje significativo de casos 
      presentan síntomas y signos clínicos leves o moderados, sin 
      shock, y, a pesar del tratamiento con heparina, presentan un curso clínico 
      tormentoso, con desarrollo posterior de disnea o hipotensión; el tercer 
      punto de interés en el manejo de la embolia pulmonar es la predicción de 
      los pacientes sin shock que tienen un riesgo elevado de presentar 
      complicaciones y muerte. Este subgrupo probablemente requeriría una 
      actitud terapéutica más agresiva. 
      En los últimos años, la principal herramienta utilizada 
      con este fin ha sido el ecocardiograma. El papel de esta exploración en la 
      estratificación del riesgo de la embolia pulmonar no masiva, puede quedar 
      ejemplificado con los datos, típicos, que se presentan en la siguiente 
      tabla: 
  
    
      | 
         Estratificación del riesgo en la embolia pulmonar 
       | 
     
    
      (tomado y adaptado de Grifoni [12]) 
  | 
     
    
      | Forma de presentación clínica | 
      Nº (%) | 
      Mortalidad | 
     
    
      | Embolia pulmonar masiva: | 
      47 (22%) | 
      21% | 
     
    
      | 1        
      Shock o paro cardiaco | 
      28 (13%) | 
      32% | 
     
    
      | 2        
      Hipotensión sin shock | 
      19 (9%) | 
      5% | 
     
    
      | Embolia pulmonar no 
      masiva: | 
      162 (78%) | 
      2,4% | 
     
    
      | 3        
      Con disfunción VD en ECO (submasiva) | 
      65 
      (31%) | 
      6% | 
     
    
      | 4        
      Sin disfunción VD en ECO | 
      97 (47%) | 
      0% | 
     
    
      |   | 
     
  
 
      Los autores de este estudio concluyeron que el 
      ecocardiograma detecta un subgrupo de pacientes normotensos que tienen un riesgo "elevado", en los que estaría indicado un 
      tratamiento "agresivo", y que la detección precoz de disfunción 
      ecocardiográfica de ventrículo derecho es "de gran importancia" en la 
      estratificación de los pacientes normotensos con embolia pulmonar. Ninguna 
      de dichas conclusiones parece desprenderse de sus datos. De los 65 pacientes del grupo 3 (disfunción de 
      ventrículo derecho en pacientes normotensos), solo 6 desarrollaron shock, 
      y 3 de ellos murieron. Estos enfermos "identificados" como de riesgo 
      mediante ecocardiografía, sin embargo, parece que hubieran sido fácilmente 
      identificados mediante criterios clínicos, pues tenían más disnea, más 
      presíncope, tensión arterial más baja, más taquicardia, más hipoxemia y 
      más hipocapnia (12). De modo que, ni el ecocardiograma identificó un 
      subgrupo de tan alto riesgo, ni probablemente descubrió nada que no se 
      pudiera detectar fácilmente mediante la exploración física. 
      Otros muchos estudios parecen confirmar que los 
      hallazgos ecocardiográficos no tienen la suficiente relevancia en la 
      embolia pulmonar no masiva. Recordamos aquí solo dos de ellos, comentados anteriormente en REMI (13, 14), que 
      contradicen su utilidad en la estratificación pronóstica o la elección del 
      tratamiento: 
      Hamel (15) comparó en un estudio 
      abierto 128 pacientes con embolia pulmonar anatómicamente "extensa" y con 
      disfunción de ventrículo derecho en el ecocardiograma, recibiendo la mitad 
      heparina y la otra mitad fibrinolisis con rt-PA; mientras los tratados con 
      heparina no tuvieron hemorragias ni murieron, los tratados con rt-PA 
      tuvieron hemorragias en el 15% y una mortalidad del 6,25%. 
      Vieillard-Baron (16) encontró 
      en un 
      estudio retrospectivo de 161 pacientes con embolia pulmonar anatómicamente 
      "extensa", que el 61% tenían signos ecocardiográficos de disfunción 
      ventricular derecha, y este subgrupo tuvo una mortalidad del 23%; sin 
      embargo, la mortalidad se produjo casi exclusivamente entre los que tenían 
      shock con acidosis metabólica (59%), y no en los casos de hipotensión sin 
      acidosis metabólica (3%), o en los casos sin hipotensión (3%). 
      Recientemente (17), Konstantinides et al. han intentado demostrar un 
      beneficio clínico de la fibrinolisis en la embolia pulmonar submasiva, 
      pero, aunque los autores en sus conclusiones abogan por una liberalización 
      del tratamiento fibrinolítico en este contexto clínico, los datos 
      que presentan no parecen avalar esa recomendación: la mortalidad, la necesidad de drogas vasoactivas, 
      y la necesidad de 
      intubación y ventilación mecánica fueron las mismas en los pacientes que recibieron heparina y 
      los que recibieron rt-PA (18). 
      Los anteriores y otros estudios muestran que, ni el 
      ecocardiograma por sí solo tiene suficiente valor pronóstico en la embolia 
      pulmonar no masiva, ni la fibrinolisis ha demostrado utilidad en la 
      embolia pulmonar submasiva, definida mediante criterios ecocardiográficos. Podríamos decir que el hallazgo de 
      alteraciones ecocardiográficas es suficientemente sensible, pero poco 
      específico, para predecir una evolución desfavorable: casi todos los 
      enfermos que presentan complicaciones tienen alteraciones 
      ecocardiográficas, pero muchos de los que tienen dichas alteraciones 
      tendrán un curso evolutivo favorable. De hecho, como sugiere Vieillard-Baron, 
      sigue siendo la presencia de shock la que discrimina los pacientes con cor 
      pulmonale ecocardiográfico de buen y mal pronóstico, lo que equivale a 
      decir que el ecocardiograma no aporta nada con respecto al manguito de 
      medir la tensión. 
      Podemos concluir este apartado diciendo que, tal como 
      ocurre con las pruebas que cuantifican la extensión anatómica de la 
      embolia pulmonar, el ecocardiograma no es capaz de identificar los 
      pacientes con embolia pulmonar que presentan un pronóstico desfavorable o 
      que requieren tratamiento fibrinolítico. Y una vez más, del mismo modo que 
      la embolia pulmonar masiva se define por la presencia de shock y no por su 
      extensión anatómica, la disfunción clínicamente relevante de ventrículo 
      derecho se identifica por síntomas y signos clínicos, sin que las 
      exploraciones complementarias parezcan aportar una ventaja decisiva. A 
      esto hay que añadir que el ecocardiograma es una exploración cara, no 
      siempre disponible, sujeta a interpretación y dependiente de la 
      experiencia del explorador. 
      Papel de la determinación de 
      troponina 
      Así las cosas, se sigue intentando encontrar una 
      herramienta útil, sencilla y ampliamente disponible para la 
      estratificación del riesgo de los enfermos diagnosticados de embolia 
      pulmonar. En las páginas de REMI han coincidido el pasado mes de 
      junio tres artículos que abordan este problema, investigando sobre  la utilidad de la determinación de los niveles de troponina en 
      estos pacientes. 
      En estos artículos (19-20, 21-22, 23-24), así como en artículos previos 
      (25, 26), se 
      encuentra que la elevación de los niveles de troponina (T ó I) 
      en la embolia pulmonar se asocia a la presencia de alteraciones ECG y 
      ecocardiográficas de afectación del ventrículo derecho, al desarrollo de 
      complicaciones, a la aparición de shock y a una mayor mortalidad. La 
      elevación de los niveles de troponina 
      probablemente refleja la existencia de isquemia ventricular derecha como 
      consecuencia de la sobrecarga brusca de presión que produce una embolia pulmonar de la suficiente entidad 
      clínica, y podría ser más específica que los hallazgos ecocardiográficos 
      de disfunción de ventrículo derecho. 
      La troponina es una determinación ampliamente 
      disponible en todos los servicios hospitalarios de urgencias las 24 horas 
      del día, por lo que se podría aprovechar esta ventaja para el manejo de los 
      pacientes con embolia pulmonar. Su realización es más fácil, rápida y 
      barata que la práctica de ecocardiograma en la mayoría de los centros 
      hospitalarios, y podría incorporarse rápidamente al conjunto de pruebas 
      diagnósticas disponibles para los 
      enfermos en que se sospecha enfermedad tromboembólica. 
      Los anteriores trabajos, como señalan Latour, Gordo y 
      Sánchez Artola, deben considerarse preliminares, pues incluyen grupos 
      pequeños de pacientes y no aportan aún respuestas definitivas. Debemos 
      aprender de las lecciones aprendidas del análisis de los estudios sobre 
      las pruebas de imagen y el ecocardiograma y ser cautos, preguntándonos qué 
      puede añadir la determinación de troponina a las demás exploraciones: 
      ¿sólo se asocia a cambios ECG o ecocardiográficos, o presenta ventajas 
      sobre ellos? ¿es más específico o más sensible que los síntomas o signos 
      clínicos? ¿la información que proporciona puede redundar en un beneficio 
      tangible para el paciente? ¿en los enfermos con troponina elevada podría 
      estar indicado el tratamiento fibrinolítico? Todas estas y otras preguntas 
      habrán de ser respondidas en nuevos estudios. 
      Sin embargo, algunos datos parecen especialmente 
      prometedores. En el estudio de Pruszczyk comentado por Gordo, la 
      sensibilidad de los niveles de troponina para predecir mortalidad 
      hospitalaria fue del 100%: no falleció ningún enfermo con niveles normales 
      de troponina. De confirmarse estos datos, los pacientes con troponina 
      normal podrían ser considerados definitivamente como de bajo riesgo, y 
      recibir tratamiento con heparina y anticoagulantes orales con vistas a un alta hospitalaria precoz. 
      Pero probablemente, un ecocardiograma normal es susceptible de la misma 
      interpretación, o la simple ausencia de determinados signos clínicos 
      fácilmente obtenibles por la exploración física. 
      Por añadidura, en este 
      mismo estudio la mortalidad de los pacientes con troponina elevada fue del 
      25%, muy superior a la que se ha encontrado en pacientes con disfunción 
      ecocardiográfica de ventrículo derecho y casi tan elevada como la de los 
      pacientes con shock. Este dato es lo suficientemente importante para 
      merecer ser confirmado en otros estudios, y de ser así, obligaría a 
      realizar un ensayo clínico sobre la utilidad de los fibrinolíticos vs. 
      heparina en pacientes con niveles de troponina elevados. 
       En el estudio de Janata, comentado por Sánchez 
      Artola, se encuentra un punto de corte (troponina T de 0,09 ng/ml) 
      predictor de mortalidad hospitalaria, con sensibilidad 0,80; especificidad 
      0,92; valor predictivo negativo 0,99 y valor predictivo positivo 0,34, que 
      también, de confirmarse, podría ser utilizado en la toma de decisiones 
      clínicas, aunque, para ello, debería también demostrarse que la troponina T 
      es superior a los hallazgos de la anamnesis y la exploración física, o que 
      al menos aporta algo a su interpretación. ¿para 
      qué si no?. 
      Las guías de práctica clínica publicadas hasta la fecha 
      no mencionan la utilidad pronóstica de la determinación de troponina en 
      pacientes diagnosticados de embolia pulmonar, lo que indica que aún no hay 
      evidencias firmes para apoyarla o rechazarla. Recientemente, en junio de 
      2003, se han publicado por parte de la British Thoracic Society las guías 
      de actuación clínica en la embolia pulmonar (27), que se vienen a sumar a 
      las publicadas por otras sociedades científicas (28). En ellas se menciona la 
      posible utilidad pronóstica de la determinación de troponina, pero no se 
      incluyen los tres estudios recientes publicados y comentados en REMI. 
      En esta época de medicina inflacionista y limitación de 
      recursos, en que se multiplica la tentación de utilizar exploraciones y 
      tratamientos complejos, costosos y arriesgados, en que se ejerce desde 
      tantos frentes una fuerte presión sobre el clínico para diagnosticar y 
      tratar, debemos hacer un esfuerzo considerable por mantener la 
      sensatez. Analizar de manera independiente y objetiva las pruebas que nos 
      presentan los investigadores, los sesgos que contienen; no otorgar mayor 
      credibilidad a las revistas de alto impacto o a los "expertos" que la que 
      merecen los datos que aportan y el grado de evidencia en que se apoyan. Y 
      utilizar el sentido común, que, como siempre ha ocurrido, pero quizá incluso 
      ahora más, es el menos común de los sentidos. 
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      [Texto 
      completo] 
      [PDF] 
         
        - 
      
Archivo REMI de pautas de actuación clínica: 
      http://remi.uninet.edu/PAC/pautas.htm [HTML] 
         
       
      Eduardo Palencia Herrejón 
      Servicio de Medicina Intensiva 
      Hospital Gregorio Marañón, Madrid 
      ©REMI, http://remi.uninet.edu. Julio 
      2003. 
      Palabras clave: 
      Embolia pulmonar, Troponina, Ecocardiograma, Pronóstico, 
      Fibrinolisis, Heparina, Tratamiento. 
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      Comentario al editorial nº 36. Vol 3 nº 7, julio 2003. 
      Autor: Arturo Arias Antún 
      
      Buenos días. 
      
      Excelente revisión 
      de un tema crucial e importamte, pero nosotros que trabajamos en 
      hospitales absolutamente limitados de ayudas diagnósticas 
      les contaré qué 
      hacemos. 
      
      El 13 de julio 
      ingresa un  paciente de 65 años, quien proviene del quirófano, 
      en posquirúrgico inmediato de un 
      reemplazo de aorta abdominal por 
      aneurisma infrarenal, de cirugía electiva. Al ingreso se coloca una dosis 
      de 40 mg. de enoxaparina 
      subcutanea, a las 48 horas 
      en plena ronda médica, se queja de 
      ahogo, disnea, ortopnea y signos 
      de dificultad respiratoria, sin hipoxemia ni 
      taquicardia, sin inestabilidad hemodinámica. 
      Se le  realiza una radiografía de 
      tórax, que es normal. ¿Cuál 
      es el diagnóstico?, 
      obvio tiene una embolia pulmonar no masiva.
      Qué hacemos?, obvio, lo 
      anticoagulamos pleno, 6.000 ui de
      heparina iv, seguidos de una 
      infusión de heparina 1.000 
      ui / hora,
      y mantenemos el PTT entre 60-70. Luego pedimos una gammagrafía 
      de V/Q, que se la toman a los 6 días 
      y nos la 
      informan a los 8 días: 
      alta probabilidad de embolia pulmonar. A 
      las 48 horas 
      de estar con heparina iv, ya sin síntomas, se 
      le pasó a enoxaparina 
      60 ui sc cada 12 horas, 
      y al llegar la confirmación de 
      probabilidad de TEP, le inicio 
      warfarina. 
      
      Lamentablemente 
      no podemos hacer todo lo que ustedes publican en este extraordinario artículo 
      de resumen del Dr E. Palencia, en 
      estas ciudades muy limitadas de recursos 
      económicos en hospitales públicos 
      y con personas muy pobres. Envío 
      este comentario porque me cayó 
      como dicen acá: como 
      anillo al dedo. 
      
      Gracias 
      
      Un cordial saludo 
      
      Arturo Arias Antún 
      Anestesiólogo-Intensivista 
      Hospital Erasmo Meoz 
      
      Cucutá, Colombia 
      ©REMI, http://remi.uninet.edu. Julio 
      2003. 
      
      
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