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      Desfibrilación
      externa automática (1ª parte): eslabón fundamental en la cadena de la
      supervivencia 
      Muerte súbita (1) 
      Las enfermedades
      cardiovasculares constituyen la primera causa de muerte en los países
      desarrollados, y se estima que, en la mitad de los casos, el fallecimiento
      se produce de forma súbita e inesperada, casi siempre en el medio
      extrahospitalario y la mayoría de las veces en el propio domicilio del
      paciente. Se ha estimado una incidencia anual de muerte súbita del
      0,1-0,2% de la población adulta, y habitualmente supone la primera manifestación de enfermedad coronaria. Al menos el 80% de las muertes súbitas en adultos son de
      origen cardiaco, y en el 40% de los casos son muertes no presenciadas.
      Aunque el riesgo de muerte súbita es mayor en sujetos con cardiopatía
      conocida, éstos constituyen solo una pequeña porción de los casos de
      muerte súbita que ocurren en la comunidad; la gran mayoría de las muertes súbitas se produce en personas
      previamente sanas, si bien con factores de riesgo que configuran un perfil
      epidemiológico similar al de la enfermedad coronaria. 
      Desfibrilación
      precoz (2) 
      Los anteriores datos ponen en
      perspectiva las actuales prioridades en resucitación cardiopulmonar: el
      lugar donde hay que intervenir para salvar vidas es donde se producen las
      muertes súbitas: en la calle, en el domicilio de sujetos aparentemente sanos, con
      factores de riesgo de enfermedad coronaria. Las
      tasas de supervivencia del paro cardiaco extrahospitalario siguen siendo,
      con los medios tradicionales, intolerablemente bajas, del 1 al 5%.
      Diversos estudios han demostrado en los últimos 20 años que la mayoría
      de las muertes súbitas extrahospitalarias se deben a fibrilación
      ventricular (FV) o taquicardia ventricular (TV) (3), y que la desfibrilación
      precoz es el principal determinante de la supervivencia: cuando
      se realiza inmediatamente después de una FV presenciada alcanza el 90%,
      pero disminuye en un 10% por cada minuto que transcurre en FV (4). Aunque la
      resucitación cardiopulmonar (RCP) practicada previamente a la
      desfibrilación en casos de paro cardiaco prolongado (más de 4 minutos)
      puede mejorar la supervivencia (5), las probabilidades son mínimas si la
      desfibrilación se retrasa más de 10 minutos. 
      La importancia de la
      desfibrilación precoz (en cinco minutos desde la recepción del
      aviso) ha sido destacada en los últimos años por el
      European Resuscitation Council (ERC), la American Heart Association (AHA)
      y el International Liaison Committee on Resuscitation (ILCOR), que la
      consideran un objetivo altamente prioritario para mejorar la supervivencia
      del paro cardiaco. 
      Desgraciadamente,
      la preparación del personal sanitario y la dotación de los centros
      sanitarios de atención al paciente (hospitales, ambulatorios) han sido
      hasta ahora escasos, y las prácticas de RCP en el hospital se han
      encontrado deficientes, haciendo poco hincapié en la precocidad de la
      desfibrilación, por lo que se han adoptado las siguientes
      recomendaciones: 
      
        - 
          
Todos los
          profesionales sanitarios con responsabilidad en la práctica de RCP
          deben ser entrenados, equipados y autorizados para la práctica de la
          desfibrilación.  
        - 
          
Todos los
          hospitales y ambulatorios deberían disponer de equipamiento y
          personal entrenado para llevar a cabo la desfibrilación en tres
          minutos desde la llamada.  
       
      Acceso
      público a la desfibrilación (6) 
      Con la
      epidemiología descrita arriba de la muerte súbita, la desfibrilación
      precoz pasa ineludiblemente por asegurar el acceso público a la
      desfibrilación (desfibrilación practicada por personal
      mínimamente entrenado), lo que implica: 
      
        - 
          
La práctica
          de la desfibrilación por parte del mayor número de personas, lo que
          incluye, pero no se limita, a: todos los profesionales sanitarios (médicos,
          enfermería y auxiliares
      de ambulatorios, centros de salud, servicios de urgencias y emergencias y hospital), personal que proporciona los primeros auxilios (socorristas, personal de
      ambulancias no medicalizadas, miembros de los cuerpos de policía y
      bomberos), otros colectivos profesionales que asumen funciones de
          socorrismo (guardias de seguridad,
      empleados de transporte público y lugares de ocio y recreo), ciudadanos
          voluntarios en centros de trabajo, y familiares de personas con riesgo elevado de sufrir muerte
          súbita.  
        - 
          
La
          distribución estratégica de desfibriladores en lugares donde es
          probable que se produzcan muertes súbitas y exista personal
          capacitado para utilizarlos: centros sanitarios (de hospitalización y
          ambulatorios), residencias de ancianos, ambulancias, coches de
          policía y bomberos, medios de transporte, estaciones y aeropuertos,
          centros comerciales, salas de juego, domicilio de pacientes con riesgo
          elevado.  
       
      Desfibrilador
      externo automático (7, 8, 9) 
      Nada de esto sería posible sin
      el desarrollo de los desfibriladores externos automáticos (DEA), que se introdujeron en la clínica a finales de los 70 y han sufrido un
      importante desarrollo tecnológico en los últimos años. Los DEA son
      aparatos ligeros, portátiles, de uso sencillo, diseñados para analizar
      el ritmo cardiaco e informar al operador cuándo está indicada la
      desfibrilación, que se produce cuando éste pulsa un botón. La información
      se transmite al aparato a través de las palas-electrodos, que sirven a la
      vez para monitorizar el ritmo y descargar la energía. La efectividad de
      los DEA depende de su facilidad de uso y aprendizaje (10), la fiabilidad de los algoritmos de detección de arritmias, cuya
      sensibilidad y especificidad han sido del 100% en diversos estudios, y la
      capacidad de almacenamiento de energía en baterías de litio de larga
      duración (varios años), con algoritmos de autochequeo frecuente sin
      necesidad de un operador para su mantenimiento. La mayoría de los DEA de
      uso actual usan ondas bifásicas (dirección de la corriente en ambos
      sentidos), y proporcionan un nivel fijo de energía (150 J), que se ajusta
      de modo automático en función de la impedancia transtorácica. Dichos
      tipos de ondas y niveles de energía han mostrado una mayor eficacia que
      los convencionales en conseguir la recuperación de ritmo cardiaco eficaz
      con menos daño miocárdico (11, 12). Los DEA modernos
      vienen a pesar, medir y costar lo que un ordenador portátil, lo que
      garantiza su portabilidad y ubicuidad en lugares públicos y vehículos de
      transporte. 
      Las guías de
      actuación clínica publicadas el año 2000 definen dentro del concepto de
      acceso público a la desfibrilación tres niveles de resucitadores (aparte
      del personal sanitario) con capacidad para administrar DEA: 1)
      Profesionales no sanitarios con funciones de socorrismo: policías,
      bomberos, guardias de seguridad, personal de vuelo en aviones, etc. 2)
      Ciudadanos voluntarios entrenados para ejercer las labores de socorrismo
      en su lugar de trabajo. y 3) Individuos próximos a personas con riesgo
      elevado de muerte súbita (familiares, amigos o vecinos). En la actualidad
      solo se considera de utilidad probada la administración de DEA por
      personal del nivel 1. Asimismo,
      recomiendan seguir las siguientes consideraciones para la provisión de
      programas de DEA: 1) Debería haber una probabilidad razonable de que se
      precise su uso (al menos un paro cardiaco por cada mil personas-años o un
      uso por cada cinco años), 2) El tiempo de respuesta con los sistemas de
      emergencia tradicionales (llamada-desfibrilación) es probable que supere
      los cinco minutos, y 3) El programa de DEA puede lograr un tiempo de
      respuesta llamada-desfibrilación de menos de 5 minutos más del 90% de
      las veces.
       La efectividad
      de los DEA para mejorar la supervivencia del paro cardiaco está siendo estudiada en la actualidad; de los
      distintos trabajos publicados hasta ahora se desprende que los DEA por sí
      solos no mejoran la supervivencia, sino en tanto en cuanto posibiliten la desfibrilación
      precoz: la supervivencia depende de la
      rapidez con que se administra la desfibrilación, más que de quien la
      aplique y con qué aparato.  Los DEA, por su sencillez de uso y su
      disponibilidad posibilitarían ese acortamiento de tiempos. Los estudios preliminares
      sugieren asimismo que el  uso de DEA puede resultar costo-efectivo
      comparado con otras terapias. 
      Las
      recomendaciones más recientes sobre RCP consideran a la desfibrilación
      externa automática un eslabón fundamental en la cadena de la
      supervivencia (7); la veracidad de tal afirmación
      dependerá de lo bien que se engarce con las demás piezas de dicha cadena
      en los sistemas de emergencias de cada comunidad. 
      Eduardo Palencia Herrejón 
      Servicio de Medicina Intensiva 
      Hospital "Gregorio Marañón", Madrid 
      Nieves de Lucas García 
      Area de Calidad e Investigación 
      Sección de Dirección y Coordinación 
      Samur-Protección Civil, Madrid 
      
      ©REMI, http://remi.uninet.edu . Julio 2001. 
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          biphasic waveform defibrillation: evidence-based review applied to
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          randomized, controlled trial of 150-J biphasic shocks compared with
          200- to 360-J monophasic shocks in the resuscitation of
          out-of-hospital cardiac arrest victims. Optimized Response to
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          10;102(15):1780-1787. (original, artículo completo disponible
          a partir de octubre 2001).  
       
      Artículos relacionados en REMI:
       
      Palabras
      clave: Paro cardiaco, Fibrilación
      ventricular, Taquicardia ventricular, Desfibrilación, Desfibrilación
      externa automática, Resucitación
      cardiopulmonar.
       
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