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       Revista
      Electrónica de Medicina Intensiva 
      Lectura nº 4. Vol 2 nº 11, noviembre 2002 
      Autores: Jose María Tenías Burillo 
      y Vicente Ruiz García 
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      Tipo
      de facultativo y resultados clínicos de los pacientes atendidos en UCI.
      Una revisión sistemática 
      
      El
      trabajo de Pronovost et al publicado recientemente en JAMA
      tiene como objetivo valorar la relación entre el tipo de organización de
      una UCI en relación al facultativo responsable de la atención del
      paciente (intensivista o no intensivista) con dos indicadores clínicos de
      resultado (outcomes): mortalidad (hospitalaria y en la UCI) y duración de
      la estancia (hospitalaria y en la UCI). 
      Para ello los autores realizan una revisión sistemática
      con un metaanálisis. La metodología incluye una búsqueda en diferentes
      bases de datos electrónicas (MEDLINE, EMBASE, Cochrane library) y revisan
      manualmente los resúmenes de Congresos
      Americanos de Intensivos, Pulmón y Cirugía Torácica en busca de
      trabajos relevantes. 
      La
      selección de los estudios y la recogida de datos fue realizada de forma
      independiente por dos de los autores. Los dos revisores eran
      intensivistas. La concordancia entre ambos observadores fue muy alta  en la selección de los artículos (96%) y de los abstracts
      (99%). 
      Finalmente
      seleccionaron 26 estudios. Todos eran estudios observacionales,
      predominando el diseño de cohortes con un grupo de control histórico
      (diseños antes-después). La mayoría de los trabajos habían sido
      realizados en Norteamérica (77%) y el resto, a partes iguales, en Europa
      y Asia. 
      Los
      autores evaluaron la calidad de cada estudio teniendo en cuenta tres
      aspectos:  la duración del
      seguimiento (consideran de mayor
      calidad aquellos estudios con una duración menor de 2 años respecto a
      duraciones mayores), el control de factores de confusión (mayor calidad
      si se habían ajustado con escalas de gravedad validadas como el APACHE
      respecto a otro tipo de ajuste) y el grado de en el que se había
      completado el seguimiento de los pacientes (mayor calidad si era mayor del
      90%). 
      Los
      resultados se analizaron comparando la mortalidad y la estancia entre dos
      grupos: UCIs de “alta intensidad” atendidas directamente por
      intensivistas o en las cuales al menos todo paciente ingresado es evaluado
      por un intensivista en comparación con UCIs de “baja intensidad” en
      las que la consulta con el intensivista era electiva o bien no había
      disponibilidad  de ser
      atendido o consultado por un especialista. Los resultados se expresaron
      mediante una medida de asociación (Odds Ratio, OR) cuyo valor si es
      inferior a 1 indica un menor riesgo de mortalidad en las UCIs de alta
      intensidad respecto a las de baja intensidad y viceversa. Las diferencias
      en los días de estancia se resumen como una reducción porcentual media
      de la estancia en las UCIs de alta intensidad respecto a las de baja
      intensidad. 
      Los
      resultados de mortalidad tanto hospitalaria como en la UCI favorecen a las
      unidades de “alta intensidad“(en las cuales la evaluación y el
      control desde el inicio es por un intensivista) en todos los estudios
      revisados (con OR por debajo de la unidad) excepto en uno. Se estima, como
      resumen, que en las UCIs de “alta intensidad” la mortalidad
      hospitalaria se reduce en un 29% (IC 95% 18 a 38%) y la mortalidad en UCI
      en un 39% (IC 95% 25 a 59%) respecto a la encontrada en las UCIs de
      "baja intensidad". 
      Respecto
      a la duración de la estancia se observan resultados más discordantes,
      aunque en general predominan los estudios en los que la estancia
      hospitalaria y la de UCI es más corta en la UCIs de alta intensidad que
      en las de baja intensidad. 
      Aunque
      en este estudio identificamos los elementos que caracterizan una revisión
      sistemática debemos resaltar algunas limitaciones, la mayoría de ellas
      reconocidas por los propios autores: 
      El
      diseño de los estudios analizados no parece ser el más idóneo 
      La mejor manera de mostrar la eficacia de una
      determinada intervención (en este caso la organización de una UCI) es un
      estudio experimental (por ej. ensayo clínico) con una asignación
      aleatoria de la intervención en ambos grupos y un seguimiento por igual
      de los mismos. Por razones éticas este tipo de diseño no suele ser
      posible. Sin embargo, hemos de ser conscientes de que los estudios no
      experimentales u observacionales son más sensibles a la aparición de sesgos
      (errores cometidos en la fase de diseño y/o análisis de un estudio) que
      comprometen la validez de los resultados obtenidos. 
      Exhaustividad
      de la información recogida 
      Los autores realizan un esfuerzo importante por obtener información
      relevante pero creemos que deberían haber revisado también los trabajos
      escritos en otros idiomas aparte del inglés (un total de 294 trabajos han
      sido descartados por esta causa, que si hubieran sido seleccionados en la
      misma proporción que el resto hubiera supuesto 4 estudios más sometidos
      a análisis). También echamos de menos un esfuerzo adicional por buscar
      en otras fuentes de información no publicadas (por ej. tesis, informes de
      entidades públicas o privadas) o en los resúmenes de otros congresos,
      además de los norteamericanos. Finalmente no hacen referencia al contacto
      personal con los autores, aspecto que ayuda a recabar información que no
      aparece en la publicación, sobre todo en los abstracts. De todas maneras,
      los autores refieren que han descartado la presencia de un sesgo de
      publicación, mostrando un diagrama (funnel plot) que de una manera algo
      optimista es visto como simétrico (indicador de ausencia de un sesgo de
      publicación). Podrían haber utilizado algún método estadístico para
      ayudar a la interpretación de esta simetría (por ej, el test propuesto
      por Egg y Mazumdar que evalúa la correlación entre los efectos estimados
      y sus varianzas). 
      Heterogeneidad
      de los estudios 
      De
      la evaluación de  las tablas
      observamos que los estudios muestran una gran heterogeneidad respecto a
      diferentes características, como el diseño, tipo de UCI y 
      la presencia de posibles sesgos de confusión o de sesgos
      relacionados con el tiempo de seguimiento. Una manera de valorar la
      influencia de la heterogeneidad es la realización de un análisis de
      sensibilidad que consiste en analizar las variaciones de los resultados
      dependiendo de las características de los estudios. Por ejemplo, en los
      estudios con un riesgo menor de sesgo de confusión la asociación
      estimada es más conservadora (OR efectos aleatorios = 0,74) que en aquéllos
      en los que existe un mayor riesgo de confusión (ORea = 0,49). Lo mismo
      ocurre cuando diferenciamos los estudios según la presencia de un posible
      sesgo de seguimiento (ORea = 0,36) o sin él (ORea = 0,76). 
      Aunque
      los autores afirman que no habían encontrado heterogeneidad cuantitativa,
      al reanalizar los datos hemos comprobado que sí la hay (por ej. Q de
      Cochrane para la mortalidad hospitalaria muestra una heterogeneidad estadísticamente
      significativa). 
      Otro aspecto que los
      autores reconocen como una posible limitación es si la mortalidad y la
      estancia son los mejores indicadores de la asistencia en una UCI ya que
      ambos pueden ser reflejo de otros aspectos no relacionados con la atención
      directa al paciente y que sobre todo en los estudios de cohortes históricas
      pueden haber variado de un periodo de análisis a otro. 
      Finalmente
      no debemos pasar por alto la procedencia de los autores de la revisión
      (tres de ellos intensivistas) y la posibilidad de un conflicto de
      intereses. Teniendo en cuenta el objetivo del estudio y las posibles
      repercusiones que los resultados pueden tener en la organización de estas
      unidades asistenciales podría haberse planteado la realización de la
      revisión a personas ajenas al tema analizado. 
      Concluyendo,
      opinamos que se ha realizado un gran esfuerzo en demostrar algo para lo
      que carecemos de las evidencias más sólidas (estudios experimentales)
      pudiendo mejorar el control de algunos sesgos y resumiendo en una medida
      única una realidad que desde el principio se asume que es heterogénea. 
      No
      estamos de acuerdo con aquellos autores que creen que no deberían
      llevarse a cabo revisiones sistemáticas de estudios observacionales, pero
      sí en que a este tipo de estudios deberían serle exigidos el mayor rigor
      posible en su realización debido al alto riesgo de aparición de sesgos
      que pudieran comprometer la validez
      de los resultados. 
      Jose María Tenías Burillo. 
      Servicio de Medicina Preventiva 
      Hospital Lluis Alcanyis, Xàtiva (Valencia) 
      Vicente Ruiz García. 
      Unidad de Hospitalización a Domicilio 
      Hospital La Fe (Valencia) 
      Palabras clave: Sesgo
      de selección, Sesgo de idioma, Heterogeneidad, Conflicto de intereses,
      Revisión sistemática, Metaanálisis, Metodología.
       
      ©REMI,
      http://remi.uninet.edu. Diciembre 2002. 
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      Revista
      Electrónica de Medicina Intensiva 
      Comentario a la
      lectura nº 4. Vol 2 nº
      11, noviembre 2002. 
      
      Autor: Ricard
      Jordà Marcos 
      Sr.
      Director: 
      He leído
      con sumo interés los comentarios y la exhaustiva revisión que los Dres.
      Tenías y Ruiz (*) han
      realizado del estudio de Pronovost PJ 
      et al. (1) sobre la repercusión de la presencia de intensivistas
      en las UCIs, y me agradaría poder añadir unos comentarios. 
      Probablemente
      el punto más trascendente es saber si, según
      los autores, los resultados del estudio han de considerarse invalidados
      dadas las deficiencias metodológicas que han observado. Y
      respecto a éstas,
      quisiera hacer unas puntualizaciones, no del diseño del estudio que está
      perfectamente criticado, sino respecto a algunos de los conflictos
      enunciados. 
      Que
      el estudio haya sido realizado por intensivistas
      no debe cuestionar la validez de los resultados, puede considerarse
      una objeción metodológica pero ello no conlleva su manipulación. Otros
      estudios han sido llevados a cabo por especialistas para valorar la
      eficacia de su formación (2), y
      sus resultados se han considerado incuestionables en cuanto a la necesidad
      de esos profesionales en las áreas específicas de su formación. 
      Es
      cierto que dado el prolongado tiempo de revisión se han modificado las
      actividades terapéuticas en los pacientes críticos, sin embargo este
      sesgo es asumible por los dos grupos estudiados. Sin embargo creo que el "outcome"
      de mortalidad y estancia no solo es adecuado sino que es el más
      importante cuando se valora una intervención. Y este es, desde mi punto
      de vista, el tema más importante de discusión. No existe ninguna
      intervención terapéutica desarrollada en los últimos años en que se
      haya reducido la mortalidad en un 39%. Así el uso de angioplastia
      primaria frente a fibrinolisis, en el IAM, representa una disminución de
      la mortalidad alrededor del 1%, con una reducción de la morbilidad del 5%
      (3, 4).  Esta
      mejor evolución ha hecho incluir la angioplastia primaria como práctica
      recomendada dentro de las Guías correspondientes, y está llevando al
      desarrollo de unidades hemodinámicas en numerosos hospitales con una
      inversión en recursos humanos y materiales no cuantificable. El coste por
      la intervención de un especialista en medicina intensiva es cero. 
      
       En
      conclusión, y dada la
      trascendencia de estos resultados,
      debe exigirse que los pacientes en situación crítica sean tratados sin
      demora por un especialista en medicina intensiva en una UCI.
      
      Ricard
      Jordà Marcos. 
      Servei de Medicina Intensiva. Hospital
      Universitario Son Dureta. 
      Palma Mallorca
      
      Bibliografía: 
      
        - 
          
Pronovost
          PJ, Angus DC, Dorman T, Robinson KA, Dremsizov TT, Young TL. Physician
          staffing patterns and clinical outcomes in critically ill patients: a
          systematic review. JAMA 2002; 288: 2151-2162. [Resumen
          Medline]  
        - 
          
Byl
          B, Clevenbergh P,
          Jacobs
          F, Struelens MJ, Zech F, Kentos A, Thys JP.
          Impact
          of Infectious Diseases Specialists and Microbiological Data on the
          Appropriateness of Antimicrobial Therapy for Bacteremia.  
        - 
          
Zahn
          R, Schiele R, Schneider S, et al. Primary angioplasty versus
          intravenous thrombolysis in acute myocardial infarction: Can we define
          patients benefiting most from primary angioplasty? JACC 2001; 37:
          1827-1835.  
        
        - 
          
 Aversano
          T, Aversano LT, Passamani E, Knatterud GL, Terrin ML, Williams DO,
          Forman SA. Atlantic Cardiovascular Patient Outcomes Research Team (C-PORT).
          Thrombolytic therapy vs primary percutaneous coronary intervention for
          myocardial infarction in patients presenting to hospitals without on-site
          cardiac surgery: a randomized controlled trial. JAMA
          2002; 287: 1943-1951.
       
      ©REMI,
      http://remi.uninet.edu. Diciembre 2002. 
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    Revista
      Electrónica de Medicina Intensiva 
      Comentario a la
    lectura nº 4. Vol 2 nº
    11, noviembre 2002. 
    
      Autor: Eduardo
    Palencia Herrejón 
    La
    importancia decisiva del intensivista para liderar la asistencia del enfermo
    crítico 
    
    Pronovost et al (1)
    realizan una revisión sistemática de la literatura publicada sobre un
    aspecto crucial: ¿deben los enfermos críticos ser atendidos por
    especialistas formados y entrenados para su manejo, o, por el contrario,
    pueden ser atendidos por médicos no especialistas (quizá por su médico de
    familia o su especialista de base, o por médicos "hospitalistas")?.
    La conclusión de su revisión es de una claridad meridiana: la presencia de
    intensivistas reduce la mortalidad hospitalaria en un 29%, además de
    reducir la mortalidad en UCI y la estancia en UCI y en el hospital. ¿Cabe
    un desenlace más relevante que la mortalidad? Esto supone, según
    estimaciones publicadas (2),
    que cada año la presencia de intensivistas en las UCI americanas podría
    salvar más de 160.000 vidas. La trascendencia del resultado del metaanálisis
    es tal que podemos afirmar que no existe ninguna otra intervención médica
    que tenga un impacto mayor en la mortalidad hospitalaria, ni
    probablemente ningún campo de la medicina en que el factor humano se
    haya mostrado tan decisivo. En la página principal del club de lectura
    de REMI (3) se encuentra una
    tabla que intenta mostrar el impacto de los estudios que se van incluyendo,
    tomando como base el del tratamiento fibrinolítico en el infarto agudo de
    miocardio, un tratamiento incontestado que hay que aplicar a 55 enfermos
    para salvar una vida. La proteína C activada habría que aplicársela a 16
    enfermos con sepsis grave para salvar una vida, y la ventilación con volúmenes
    bajos en la lesión pulmonar aguda y el SDRA a 11; todas ellas se consideran
    medidas de altísima eficacia con esas cifras. Pues bien, el NNT para la
    presencia de intensivistas es aún menor: de cada 9 enfermos críticos
    atendidos por un intensivista, se salva una vida adicional con respecto a la 
    asistencia liderada por otros médicos. No hay más que multiplicar por el número
    de enfermos atendidos en UCI para descubrir la enorme cantidad de vidas que
    dependen de que los atienda el especialista adecuado. 
    
    La lectura nº 4 de REMI
    (4) contiene un detallado análisis
    realizado por los doctores Tenías y Ruiz sobre la revisión sistemática
    publicada por Pronovost et al, a la que me gustaría añadir algunas
    reflexiones y destacar algunas discrepancias. La impresión que me queda de
    su lectura es que sus autores llevan a cabo un análisis mecanicista de la
    revisión sistemática, sin llegar a entrar en la cuestión principal, que
    es la validez externa de la misma y las implicaciones prácticas que pudiera
    tener. Quizá al soslayar esos aspectos están en realidad indicando que no
    le conceden ninguna validez externa y que de ella no se desprende ninguna
    implicación práctica. En mi opinión, nada más lejos de la realidad. 
    Los autores de la crítica
    parten de la premisa de que los estudios analizados en la revisión sistemática
    de Pronovost son estudios observacionales, y no ensayos clínicos con
    asignación aleatoria, y por tanto la evidencia que se puede obtener de los
    mismos es menos firme y más sujeta a sesgos. Los cambios organizativos
    por los que se modifica el funcionamiento de una unidad hospitalaria y
    cambia el modo de atender a los pacientes son sin duda una intervención,
    por lo que los estudios están evaluando el resultado de una intervención.
    Son estudios experimentales si ha sido el investigador el que ha llevado a
    cabo dicha intervención con el fin de evaluarla. Otra cosa es que no
    se trate de ensayos clínicos aleatorizados, que en este tipo de
    evaluaciones, como los autores reconocen, no son factibles: no se realizan ensayos
    clínicos aleatorizados para estudiar la importancia de los cambios
    organizativos o la importancia de un especialista en la atención de
    determinado tipo de pacientes; no solo por razones éticas, sino también y
    sobre todo por razones prácticas. Por tanto, no se pueden pedir imposibles.
    ¿debemos dejar de evaluar esa intervención por ello? ¿debemos al
    evaluarla dar menos valor a sus resultados? Creo que no; los ensayos clínicos
    aleatorizados son la herramienta idónea para estudiar determinadas
    intervenciones terapéuticas, pero no todas. Los cambios organizativos se
    estudian habitualmente mediante un diseño antes y después. Este tipo de
    estudios tiene una problemática especial, que ha sido explicada
    recientemente (5), y que
    Pronovost et al en su revisión sistemática afrontan con toda seriedad. La
    mayoría de los estudios incluidos en la revisión sistemática son estudios
    de cohortes con controles históricos. La valoración de la extensión
    temporal de los estudios para controlar un posible sesgo debido a las
    tendencias temporales, la inclusión de todos los pacientes estudiados antes
    y después, el control de posibles sesgos debidos a la gravedad de los
    enfermos, la evaluación de la calidad de los estudios incluidos (que en la
    mayoría de los casos es elevada), hacen que la revisión sistemática de
    Pronovost tenga el máximo rigor metodológico, sujetándose además a los
    que se consideran estándares de calidad en la publicación de metaanálisis
    (6, 7). 
    Se quejan los autores de
    la crítica de que la revisión sistemática de Pronovost et al se ciñó a
    estudios publicados en inglés, que solo se recabó información de
    congresos americanos y que no se contactó personalmente con los autores de
    los estudios individuales para obtener información adicional. Todo eso está
    incluido en los manuales de medicina basada en la evidencia. Sin embargo, no
    es ni mucho menos evidente. Se ha evaluado el efecto que tiene para los
    resultados de una revisión sistemática el ceñir la búsqueda a solo la
    literatura inglesa, y no se ha encontrado ninguna evidencia de que existan
    diferencias (8). Así, podemos
    decir que la metodología de las revisiones sistemáticas que solo incluyen
    literatura en inglés puede resultarnos chauvinista y descortés, pero no
    influye en los resultados de la misma. Se me ocurre que de haber incluido
    estudios europeos, como sugiere Abizanda en su editorial (9),
    los resultados hubieran sido más favorables a la presencia de
    intensivistas, porque en nuestro ambiente las UCI son en su mayoría UCI
    cerradas, y la mayor parte de las que no lo sean incumplen los estándares
    existentes en nuestro medio. En cambio, en Estados Unidos existe una tradición
    larga de UCIs abiertas, y las diferencias entre ambos modelos es esperable
    que sean menores que en los lugares en que no existe dicha tradición. De
    modo que el sesgo de idioma no debe existir, o, de existir, estaría
    ocultando una mayor ventaja de la presencia de intensivistas. 
    Respecto a las
    conversaciones privadas con los autores de los estudios originales o el
    rastreo de estudios no publicados solo cabe decir que se trata de unas
    medidas arduas, difíciles de poner en práctica y de utilidad no
    probada, que aportan información por lo general de menor calidad, imposible
    de contrastar en muchos casos y que en vez de resultar útiles pueden
    introducir más subjetivismo y menos fiabilidad a la revisión sistemática.
    ¿se espera encontrar con ellas algo distinto en la cuestión evaluada? ¿hay
    razones para pensarlo? Si es así que se diga, y si no, que no se reste
    valor al estudio. 
    Por último, los críticos
    hablan de heterogeneidad de los estudios evaluados en el metaanálisis; sin
    embargo, el dato incontestable es que de 17 estudios evaluados
    para mortalidad hospitalaria, 16 encontraban una diferencia a favor de la
    presencia de intensivistas, y el otro no la encontraba (aunque tampoco la
    encontraba en contra), y lo mismo cabe decir de los otros resultados
    evaluados (mortalidad en UCI y estancia en UCI y en el hospital). ¿deja esa
    heterogeneidad lugar a dudas sobre el resultado final? Cualitativamente no:
    haya la heterogeneidad que haya, la participación destacada de
    intensivistas es preferible a su no participación. Cuantitativamente, la
    magnitud del efecto dependerá lógicamente del tipo de enfermos atendidos
    en cada estudio y de otras variables. En los enfermos de riesgo bajo, el
    impacto de la presencia de intensivistas debe ser menor. Pero en este metaanálisis,
    que demuestra una gran robustez (aunque no lo señalen así los autores de
    la crítica) la diferencia cuantitativa es mínima. Según los
    mismos datos que presentan los autores de la crítica, en los estudios con
    menor riesgo de sesgo la ventaja de la presencia de intensivistas es
    equivalente a la del análisis global: OR de 0,79 a favor de los
    intensivistas en el análisis global, OR de 0,74 a favor de los
    intensivistas en los estudios con menor riesgo de sesgo de confusión, y OR
    de 0,76 a favor de los mismos en los estudios con riesgo bajo de sesgo de
    seguimiento. No hay duda de que la heterogeneidad estadística encontrada,
    que no refleja sino la heterogeneidad de la realidad existente, no modifica
    las conclusiones: que la presencia de intensivistas reduce la mortalidad
    hospitalaria, y que esta reducción es cuantitativamente muy importante. 
    ¿Qué más decir? ¿Se
    puede defender después de esta revisión que existan UCIs abiertas o a
    cargo de médicos no intensivistas? ¿se puede pasar página e ignorar este
    estudio? Hacerlo sí que sería una grave falta de responsabilidad. Como
    dijo JL Vincent en un reciente editorial del Lancet (10):
    "con la abundancia de evidencia existente sobre los beneficios de la
    contribución del intensivista, es sorprendente que algunos no intensivistas
    aún crean que ellos están cualificados para llevar la UCI; su posición es
    cada vez más difícil de sostener". Yo añadiría que, después
    del estudio de Pronovost, esa posición es ya del todo insostenible. 
    Eduardo Palencia Herrejón 
    Servicio de Medicina Intensiva 
    Hospital Gregorio Marañón, Madrid 
    palencia@bigfoot.com 
    ©REMI, http://remi.uninet.edu.
    Noviembre 2002. 
    Bibliografía: 
    
    
      - 
        
Pronovost
        PJ, Angus DC, Dorman T, Robinson KA, Dremsizov TT, Young TL. Physician
        staffing patterns and clinical outcomes in critically ill patients: a
        systematic review. JAMA 2002; 288: 2151-2162. [Resumen
        Medline]   
    
      The Leapfrog Group for
      Patient Safety Rewarding Higher Standards: ICU Physician Staffing Fact
      Sheet. [PDF
      49K]
     
      Club
      de lectura REMI
     
      Tenías
      Burillo JM, Ruiz García V. Tipo de facultativo y resultados clínicos
      de los pacientes atendidos en UCI: una revisión sistemática. REMI
      2002; 2 (11): L4.
     
      Sin autor. A primer on
      before-after studies: evaluating a report of a "successful"
      intervention. Eff Clin Pract 2002; 5: 100-101. [HTML]
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      Stroup DF, Berlin JA,
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      epidemiology: a proposal for reporting. JAMA 2000; 283: 2008-2012. [PDF
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      Moher D, Cook DJ,
      Eastwood S, Olkin I, Rennie D, Stroup DF. Improving the quality of meta-analyses
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      Moher D, Pham B,
      Klassen TP, Schulz KS, Berlin JA, Jadad AR, Liberati A. What
      contributions do languages other than English make on the results of meta-analyses?. J
      Clin Epidemiol 2000; 53: 964-972. [Resumen
      Medline]
     
      Abizanda R.
      "Intensivistas: una presencia real, eficaz y eficiente". REMI
      2002; 2 (11): E17.
     
      Vincent JL. Need for
      intensivists in intensive-care units. Lancet 2000; 356: 695-696. 
    
    
      ©REMI,
      http://remi.uninet.edu. Diciembre 2002. 
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    Revista
    Electrónica de Medicina Intensiva 
    Lectura nº 4. Vol 2 nº 11, noviembre 2002 
    Réplica de los autores: Jose María Tenías Burillo y Vicente Ruiz García 
    Estimado editor: 
    Ante el gentil ofrecimiento
    de su revista para evaluar la calidad del artículo de Pronovost PJ et al
    (1). queremos hacer una serie de
    aclaraciones a propósito de las réplicas que la publicación de los
    comentarios ha generado. En primer lugar no somos intensivistas
    ninguno de los dos firmantes. No estamos familiarizados con la especialidad
    y por tanto con la aplicabilidad de sus resultados en nuestro medio, aunque
    entendimos que lo que se demandaba desde la revista era una visión externa
    e imparcial. Los problemas que nos produce el artículo no son de validez
    externa sino de validez interna. Compartimos desde una perspectiva de MBE
    que este tipo de publicación es la mejor evidencia disponible y que con
    ella se han de tomar decisiones, pero hay que demandar el mayor de los
    rigores. Si por algo se caracteriza una revisión sistemática es por la
    exhaustividad y la posibilidad de reproducir la misma. El hecho de que
    Pronovost sea un experto y un referente que ha publicado el artículo de
    mayor peso en el metaanálisis podría llegar a crear un conflicto de
    intereses. Existe evidencia de que los expertos en los temas no son la mejor
    opción para hacer una revisión sistemática
    (2). Como comentaba Sackett los expertos que ya conocen “cual es la
    mejor opción”y que “saben que es lo mejor” tienen mas
    propensión a corroborar sus creencias de acuerdo a sus propios prejuicios.
    El hecho de que dejen por revisar una parte importante de la literatura de
    forma premeditada, a pesar de encontrar casi 300 referencias hace poco
    exhaustiva la revisión. Si estas pudieran afectar a los resultados de la
    misma no lo sabemos. Aun a pesar del artículo al que hace referencia el Dr.
    Palencia (3) sobre Moher
    (4) (centrado exclusivamente en la influencia del sesgo del idioma
    sobre los metaanálisis de ensayos clínicos) sigue siendo una premisa de
    calidad en las normas QUORUM (5)
    sobre revisiones sistemáticas y en la Colaboración Cochrane el que se
    incluyan lenguas distintas al inglés. Por otra parte que se reste
    importancia a la heterogeneidad de los estudios, ó a la sugerencia de que
    pueden faltar estudios con otros resultados, como sugiere el funnel plot no
    nos parece baladí, porque podrían invalidar las conclusiones. Nos llama la
    atención que el autor seleccione 4 estudios que incluye en la revisión y
    que probablemente no localizaron por la búsqueda electrónica. ¿Por qué
    seleccionó estos y no otros?. 
    Reconocemos
    que se hacen esfuerzos por controlar los sesgos. Sin embargo, no se valora
    la posible influencia que éstos pueden tener en los resultados. El hecho de
    que las estimaciones realizadas con los estudios más sólidos sean más
    conservadoras nos previene de que los sesgos en la selección de los
    estudios puede influir en los resultados finales. 
    Tampoco
    entendemos que solamente se muestren las diferencias no ajustadas entre los
    dos tipos de UCI. Por ejemplo, en la tabla III, en los estudios que comparan
    la mortalidad hospitalaria, en doce de ellos se realizaron estimaciones
    ajustadas por riesgo; siete mostraron un valor de significación menor
    (mayor valor de p) con las estimaciones ajustadas, con lo que las
    diferencias entre ambos tipos de UCI se suponen menores de las mostradas
    cuando se tenían en cuenta las diferencias en el grado de severidad de los
    enfermos atendidos. 
    Resumiendo,
    a pesar del esfuerzo realizado por los autores, siguen existiendo dudas
    razonables sobre el proceso de selección de los estudios cuya influencia en
    el resultado final nos es desconocida, y que nos obliga a ser cautelosos a
    la hora de interpretar las conclusiones. 
    Dr. Tenías 
    Dr. Ruíz 
    
      - Pronovost
        PJ, Angus DC, Dorman T, Robinson KA, Dremsizov TT, Young TL.Physician
        staffing patterns and clinical outcomes in
        critically ill patients: a systematic review. JAMA 2002;288:2151-62.
 
      - Oxman
        AD, Guyatt GH. The science of reviewing research. Ann N Y Acad Sci 1993;
        31: 125-133.
 
      - Palencia Herrejón
        E. La importancia decisiva del intensivista para liderar la asistencia
        del enfermo crítico. REMI
        2002; 2 (11): L4.
 
      - Moher
        D, Pham B, Klassen TP, Schulz KS, Berlin JA, Jadad AR, Liberati A. What
        contributions do languages other than English make on the results of
        meta-analyses?. J Clin
        Epidemiol 2000; 53: 964-972.
 
      - Moher
        D, Cook DJ, Eastwood S, Olkin I, Rennie D, Stroup DF.
        Mejora de la calidad de los
        informes de los metaanálisis de ensayos clínicos controlados: el
        acuerdo QUOROM. Rev
        Esp Salud Pública 2000: 74;107-118.
 
     
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